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Andalucía más que verde

¡Alerta, un huracán se dirige a Andalucía!

Aunque el encabezamiento del artículo sea alarmante, no es necesario correr al súper a por suministros, ni abandonar nuestras casas

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Aunque el encabezamiento del artículo sea alarmante, no es necesario correr al súper a por suministros, ni abandonar nuestras casas como hemos visto hacer durante semanas en las zonas afectadas por Harvey, Irma o María, los inofensivos nombres de tan tremendos fenómenos naturales, que han causado muertes y mucha destrucción a su paso.

No, por suerte la climatología hace que huracanes y tifones no se den por nuestras costas, así que por ahí podemos estar tranquilos. Sin embargo, sí que debemos preocuparnos por otro fenómeno natural que, como ha sucedido con los huracanes del Caribe, se ve agravado, y mucho, por el Cambio Climático, y que puede tener unos efectos tan catastróficos como aquéllos en nuestra tierra. Me refiero a la sequía que estamos sufriendo y a aquéllas que, con casi total certeza, vendrán en el futuro y tendrán un impacto brutal en la economía y la sociedad andaluza.

Andalucía, por su clima mediterráneo y su situación frente a África del Norte, es una región sometida periódicamente a sequías, como es bien sabido y como cualquiera con más de 30 años recuerda, ya que tuvimos una grande a principios de los años 90. Desde entonces, la construcción de más infraestructuras hidráulicas y no haber vuelto a tener un ciclo seco tan pronunciado nos han salvado de cortes de agua y restricciones varias. Eso mismo ha conducido a desarrollar irresponsablemente una serie de actividades con una ingente y creciente necesidad de agua, como el potentísimo sector agrario enfocado a la exportación, con graves impactos ambientales, tal y como se puede comprobar en la dramática situación del acuífero de Doñana o el menos conocido ecocidio del río Aguas en Almería. Debemos sumar también los desarrollos urbanísticos, el impacto del turismo, o la ineficiencia de las redes de almacenamiento y conducción de agua, que siguen perdiendo un porcentaje elevado de la misma, entre otros elementos que superan los límites de recarga natural que tiene el sistema hidrográfico andaluz. A este exceso de demanda cuantitativa debemos sumar las carencias cualitativas de nuestras aguas, cada día menos saludables y más contaminadas.


A este panorama, bien conocido, de una cultura del agua irresponsable y depredadora, se suma ahora y en el futuro un grave problema con las precipitaciones. No llueve como antes, ni cuando solía llover, lo que agrava y agravará enormemente los problemas de la agricultura, de las ciudades, de la producción de energía hidráulica y en resumen, de todas aquellas actividades que requieren de un suministro de agua asegurado. Esto, nos dicen todos los científicos del mundo, es la nueva normalidad. Menos lluvias, peor repartidas, más torrenciales, más sequías. A eso es lo que debemos acostumbrarnos.

¿Podemos hacer algo? ¿Qué opciones tenemos? Básicamente, hay sólo dos. Al margen de la lucha contra el Cambio Climático, que es imprescindible, ya hay cambios inevitables a los que tenemos que adaptarnos. Una posibilidad es seguir igual, con más pozos ilegales, convirtiendo más hectáreas a regadío, promoviendo más campos de golf y urbanizaciones con piscinas.... Y agravaremos el problema, con pérdida de empleo, con restricciones al consumo, con problemas de salud pública, o con la pérdida irreparable de joyas como Doñana. Es la actitud de los que no quieren ver la realidad, de los que esconden la cabeza en el presente despreocupados y dejan una deuda impagable al resto de la sociedad, actual y futura. Por desgracia, es la actitud que más abunda entre los responsables políticos, económicos, etc., que piensan en el ahora o, como mucho, a cuatro años vista.

Luego está la segunda opción, la que defendemos los ecologistas, la que apuesta por la resistencia y la resiliencia, que defiende que Andalucía tiene que comenzar ya una transición, que durará décadas al menos, hacía una reducción sustancial del consumo del agua. Apostando por cultivos que requieran menos agua o por su manejo ecológico, y emprendiendo programas masivos de reforestación en campos y ciudades. Acabando de forma tajante con proyectos absurdos para este clima como los campos de golf, y mejorando de forma sustancial la inversión en las tecnologías del agua, para conocer y controlar mejor este recurso básico. En definitiva, implantando un modelo donde la existencia de déficits hídricos se considere un problema mucho mayor que los déficits presupuestarios. Porque sin agua no hay empleo. Ni salud. Ni futuro.

‘Be water, my friend’, decía hace unos años Bruce Lee en un popular anuncio televisivo. Sé agua. Ya lo somos, al 75%. Cuidando el agua que nos rodea, nos cuidamos a nosotros mismos.

Ramón Fernández Barba
Militante de EQUO

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