No hay que ser un experto en bolas de cristal, tarotista o lector de posos del café para saber la que se nos viene encima tras la osadía democrática de ganar una moción de censura. Porque, a pesar de que se repita hasta la saciedad, los españolitos no elegimos presidente. Nosotros, con nuestros votos, elegimos parlamentarios que, en solitario o en coalición, eligen presidente.
Aunque no lo parezca, una moción de censura es profundamente democrática. No es más que la expresión del mandato que le dimos a nuestros representantes de defender nuestros derechos contra quienes nos los arrebatan. Es, simple y llanamente, su trabajo. No es una infamia, o un golpe de estado, ni siquiera una traición. Lo que sí constituye una traición es usar el poder que el pueblo deposita en sus manos para llenarse los bolsillos o permitir que otros lo hagan, poner mordazas y barrotes a quien discrepa, o entender la sumisión como único diálogo posible.
La memoria es esa capacidad tan frágil y liviana que nos hace olvidar si vimos algo cerca de nuestros despachos, la que nos impide recordar de dónde salió ese coche, ese millón de euros del trastero, ese M Rajoy. Llena de sombras tiempos pasados en los que se hablaba con orgullo el catalán en la intimidad, en los que el PNV era un partido responsable como socio, en los que Bildu era el amigo que permitía ganar alcaldías. Esa fragilidad es la que ahora convierte a los antiguos amigos en separatistas, pro-etarras, gente de mal vivir y malas compañías con las que no queremos que nos vean salir. Quizás sea también la memoria la culpable de que el presidente saliente se olvide de que hay una moción de censura en su contra y le lleve a encerrarse en un restaurante. Quiero pensar que es eso, y no una absoluta falta de respeto, no ya hacia el resto de partidos, sino a las instituciones a las que tanto ama y respeta. O eso dice.
Aún staban los escaños calientes y la maquinaria comenzó su marcha escatológica de reparto de heces, ya fuera desde los sillones de la comunidad autónoma de Melilla, o desde las portadas de los medios afines. Han marcado el camino a seguir, el manual de estilo, el guión de los próximos días. Avisados estáis. Yo ya compré una caja de ambientadores de pino. Y creo que voy a pedir otra.