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La Gatera

Desmemoriados

No sé si es a causa de que vivimos una era hedonista que a una parte de este planeta nos ha convertido en caprichosos “peterpanes”, en la que es difícil ...

Publicado: 02/05/2019 ·
22:45
· Actualizado: 02/05/2019 · 22:45
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Autor

Rosa G. Perea

Rosa G. Perea es escritora. Es cofundadora del Club de Lectura del Ateneo de Sevilla y editora en Almuzara

La Gatera

Como escritora, editora y colaboradora en medios de comunicación, Rosa G. Perea habla de todo, predominando la cultura

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No sé si es a causa de que vivimos una era hedonista que a una parte de este planeta nos ha convertido en caprichosos “peterpanes”, en la que es difícil involucrarse en cualquier tema que nos quiebre el ánimo, o es por puro instinto de supervivencia mental, o porque se nos ha acostumbrado la mirada a esas grandes catástrofes... El caso es que ya se nos ha olvidado la gran matanza que el Domingo de Resurrección hubo en Sri Lanka. Más de 359 personas muertas, incluyendo 45 niños, y sobre todo, esa estúpida sensación de que la muerte se vende muy barata. Tan barata que un artefacto hecho con las mismas manos que podrían construir una máquina de rayos x, o una bomba de agua para abastecer a un pueblo, en definitiva construir un mundo mejor, puede cambiar (además de segar) nuestra vida en un mísero instante.

Sé que esto de dedicar el ingenio a construir un mundo mejor, en vez de destruir el que tenemos suena demagógico, mucho. Pero es que conforme cumplo años (y ya veo asomarse los 54 por la esquina) me estoy convenciendo de que algunas aseveraciones que anteriormente tachaba de idealista (que es el eufemismo más cruel de estupidez) puede que sean verdades como puños.

Sri Lanka es un país pobre. Dice Oxfam Intermon que a pesar de sus abundantes recursos naturales, Sri Lanka continúa siendo hoy en día un país pobre: el 25% de sus habitantes viven en condiciones de pobreza. Imagino que cuando nosotros no llegamos a final de mes y no podemos pagar la cuota de Netflix, o cambiar la tablet porque se ha roto, entramos en un estado que ellos llamarían prosperidad. Un país en el que el turismo es uno de los cimientos de su precaria economía. Un país bellísimo, o así lo muestran las fotos de las agencias de viaje y los blogueros que han tenido la suerte de visitarlo. Pero un país que se resentirá terriblemente en su economía después de los atentados. Porque después de las bombas, de los muertos, de la tristeza que abraza la injusticia, viene el castigo de la etiqueta de país inseguro. Porque así somos. Desmemoriados para recordar a las víctimas pero con una memoria de elefante para los estigmas que condenan a un país.

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