Los que presentan una moción de censura - como en el caso de Vox ayer y de Podemos hace poco, o de AP/PP y PSOE antes - lo hacen porque creen que el acto de propaganda que representa les va a dar réditos. Conocían fehacientemente que iban a perder pero se arriesgaban a su presentación porque estimaban que tendrán más ventajas que pérdidas. De las cinco presentadas sólo salió adelante la última presentada por Pedro Sánchez, y se supo su éxito en el último instante por la decisión de Rajoy de no dimitir, lo que hubiera parado la moción de censura, como le ofreció el propio proponente.
Hay una frase de Pérez Antolín en Profanación del Poder que resume el espíritu de los que se someten a una moción de censura perdedora: “Hay veces que una derrota puede tener más fuerza simbólica y más capacidad de adhesión que una victoria”. Eso es lo que espera todo el que va a una moción llamada con certeza al fracaso. Perder hoy para ganar mañana, es la apuesta.
¿Conseguirá Santiago Abascal su objetivo? El tiempo lo dirá. Ayer, no. La moción, verbalmente contra los socialistas y Podemos, contra Sánchez e Iglesias, de forma muy nominal, existe la unanimidad en que ha estado diseñada contra el Partido Popular, para disputarle la primacía en la derecha española. Es la puesta de largo con un intento televisado de sorpasso, de adelantamiento de Vox al PP. La frase más repetida por los medios ha sido: “Este es un Gobierno contra el Estado, la nación y el Rey” pero, a pesar de la grandilocuencia, la moción no ha tenido emoción ni sorpresas. El discurso de Abascal, mediocre, ha repetido lo mismo que en los mítines. Los grupos parlamentarios ni se han inmutado con las más que gruesas afirmaciones de los dos portavoces de Vox. Han aguantado estoicamente expresándole que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio.
La España representada en la Cortes derrota hoy al fantasma de una España que está en la cabeza de Abascal. Pedro Sánchez lo devolvió al mundo real con el mejor discurso pronunciado por él en el Congreso. Un discurso de mucha altura que reconcilió a España con la esperanza en su futuro, alertando a la derecha tradicional de que la transigencia con la ultraderecha es mortal para sus intereses y para España.