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Viernes 19/04/2024  

Una feminista en la cocina

Leña al mono

Lástima que solo cuando el rumor llega a desembocarse, se abran las compuertas. Y se abren con gente que sale de debajo de las piedras para escupir en sagrado.

Publicado: 04/07/2021 ·
19:07
· Actualizado: 05/07/2021 · 20:56
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Lo de José Luís Moreno parece que era como lo de Antonio David, un runrún sabido. Lástima que solo cuando el rumor llega a desembocarse, se abran las compuertas. Y se abren desbocadas y locas, con gente que sale de debajo de las piedras para escupir en sagrado. Porque somos rebaño bien macerado y nos gusta la juega, las difamaciones y tirar la última piedra. El jaleo y las consignas, los saltos en los balcones con las elecciones recién ganadas y el sentirte respaldado son más importantes que conocer la verdad. Por eso las niñas de doce se dejan influenciar por desquiciadas que hacen saltos de peana para tener seguidoras en un mundo irreal donde lo más gratificante es que te quieran quienes jamás te han olido la panta de los pies. Porque antes el querer importaba y las sillas estaban a pie de calle en esos pueblos de la España profunda con cotilleos a susurros y miradas asesinas, pero hoy se han mudado a la Red y la envidia cabalga sola y la opinión de un idiota vale tanto -o más -que la del pensador de Rodin. Se ha igualado a la baja y todos nos hemos quedado lisiados de espíritu, visionarios de  la caña al mono mientras las cadenas se lucran y los altos ejecutivos preparan su jubilación dorada. Hay quien se cree que el éxito de hoy será para siempre, sin darse cuenta que el mundo es redondo para rodar y la vida estúpida epopeya donde ningún protagonista lo es más que ella.

El dinero, la fama o la soberbia van adobadas de flashes y cartílago adulatorio. De modas y diretes, sin que “el Hola” sea más que una antropológica reminiscencia de lo que veíamos cuando íbamos en blanco y negro y con zapatos gorilas. La casa del Sha de Persia en su destierro glorificado es -a la miseria- la crucifixión de Antonio David con épicos tintes de Lope y Calderón, aleteados de venganzas y ajustes de cuentas. 

José Luis Moreno. El vestuario teatral - y las lágrimas de Verónica puteada- puenteará más retroceso a las causas feministas que los balbuceos de fascistas y negacionistas de la violencia de género. Porque sacar un clavo cuesta más que derribar una casa podrida. Mientras, veremos- los más masocas que se deleiten en vicios televisivos inconfesables- cómo despojan de vestiduras a cómicos y figurantes, cómo el Jefe del cortijo se regocija y saca pecho, cómo se mueven las fichas y las marionetas campan a sus anchas porque como no pesan, se creen etéreas. Resignados voyeristas que nos fustigamos a pie cansado y muslos veteados de tragedia cotidiana. Sacamos el cuerpo a la desesperada, el hastío a paseo, el aliento de muerto revenido a las bravas porque ya no nos da para más la vida, ni las compañías obligadas.

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