Isabel Díaz Ayuso quiere ser más lideresa. Ha ganado sobradamente las elecciones autonómicas madrileñas, ha descansado con algún acólito cultural en Ibiza y, a su regreso a Madrid, a la antigua sede -imposible de olvidar- de la Dirección General de Seguridad, sede del gobierno regional, ha manifestado su voluntad de presentarse a la presidencia madrileña del Partido Popular. La presidenta, reforzada por el resultado electoral, no dudó en anunciar su candidatura sin siquiera consultar con la dirección nacional. El mosqueo de Casado y García Egea subió un escalón más. Pablo Casado, que fue el padrino e impulsor de Ayuso, para sorpresa de muchos porque no había tenido notoriedad relevante salvo una corta portavocía de la Asamblea y la comunicación tuitera de Esperanza Aguirre, hizo una apuesta arriesgada con ella y le salió francamente positiva. Resultó presidenta gobernando con los apoyos de Ciudadanos y Vox. Tras la repetición electoral y el derrumbe de Ciudadanos, sólo con Vox. Pero el segundo triunfo la posicionó tan arriba que empezó a ser vista con recelo por el propio Casado.
“Tenemos dos militantes muy calificados” fue la respuesta de Casado para atemperar la candidatura, todavía única, de Ayuso, incluyendo al alcalde de Madrid en la posible alternativa al fin del mandato de Pío García Escudero, que lleva de presidente varios años, para que fuera Génova - hasta que haya nueva sede del PP seguirá siendo así- la que dirigiera de facto el PP madrileño.
Ayer continuó la escalada y Esperanza Aguirre reventó estruendosamente el patio popular llamando niñatos y chiquilicuatres a los que maniobraban en la sede de Génova contra Ayuso. Empleó un argumento talismán para espolear a los más recalcitrantes populares: "Ponerle trabas internas a Ayuso es ayudar a Sánchez”. En Génova contestaba un herido García Egea “…lo que destrozó al Partido Popular en Madrid fue la corrupción, que nunca más vamos a permitir”. Libre directo.
Cuando en Madrid el Partido Popular está con el viento en popa se ha producido lo que suele pasar en todos los partidos. Mejor pelearnos que aprovechar los vientos favorables. En Andalucía, tras la elección de Juan Espadas como candidato, el PSOE ha optado por el cierre de filas en todas las provincias para coger impulso, menos en Cádiz que, en un estéril ejercicio de egos, algunos han antepuesto el egoísmo a la inteligencia política.