El potente mercado de los refrescos progresa a un ritmo sorprendente, como indica el último informe Soft Drinks Global Market Report 2025 (The Business Researh Company-U.K.), con un incremento en las ventas superiores a las estimaciones más optimistas, superando los 465.360 millones de dólares, con una tasa de crecimiento anual superior al 5 por ciento. Estas bebidas no alcohólicas comprenden los refrescos energéticos, azucarados y efervescentes, ocupando un lugar sustancial en el sector de la alimentación por el aumento de la demanda, la diversificación de sabores e ingredientes energéticos, los envases innovadores, el impacto en las redes sociales, la accesibilidad del producto y la pujante comercialización.
Bebidas energéticas
El indudable atractivo de los refrescos energéticos, principalmente entre la población juvenil, radica en que proporcionan mayor rendimiento físico y estado de vigilia, facilitando las relaciones sociales prolongadas. Su consumo incrementa durante los fines de semana y en épocas de exámenes al favorecer la concentración mental y reducir el cansancio.
Los refrescos energéticos contienen diversos componentes: cafeína, azúcares añadidos, taurina, guaraná, ginseng, L-carnitina, metilxantina, piridoxina, maltodextrina, inositol, glucoronolactona o extracto de naranja amarga, entre otros.
Existen diversas disposiciones de la Unión Europea sobre el etiquetado de los refrescos que contienen cafeína (Reglamento 1169/2011 – UE); en concentraciones menores de 150 mg por litro aparece en la lista de ingredientes como aroma, pero si supera este límite la etiqueta debe incluir la leyenda “Contenido elevado de cafeína” y la advertencia “No recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en período de lactancia”. Algunas marcas superan la cantidad contenida en 3-4 cafés, causando nerviosismo, insomnio prolongado, palpitaciones y, en casos extremos, problemas cardíacos.
Este alcaloide psicoactivo del grupo de las xantinas estimula el sistema nervioso central, activando la liberación de catecolaminas -adrenalina, noradrenalina y dopamina-, un conjunto de aminoácidos que funcionan como neurotransmisores, favoreciendo la atención, motivación y emoción. Estas acciones psicomotoras incrementan la demanda de oxígeno por el corazón, pudiendo ocasionar isquemia miocárdica -riego deficiente del músculo cardiaco- en pacientes cardiovasculares. Asimismo, la cafeína estimula el sistema nervioso simpático aumentando la presión arterial -hipertensión- y la frecuencia cardiaca -taquicardia-. El consumo frecuente de refrescos energéticos va afectando las paredes arteriales, incrementando el riesgo cardiovascular a medio y largo plazo.
La revista médica Journal of the American Heart Association publicó un interesante estudio demostrando que el abuso de bebidas energéticas altera peligrosamente la conducción normal eléctrica del corazón, como se observa en el electrocardiograma (ECG) por la prolongación patológica del intervalo QT, un marcador de riesgo de las arritmias. Las dosis elevadas de cafeína y otros estimulantes contenidos en estas bebidas favorecen la aparición de latidos cardiacos irregulares -extrasístoles, fibrilación auricular o ventricular- y, en casos de abuso importante, puede llegar a causar muerte súbita en personas con cardiopatías.
https://doi.org/10.1161/JAHA.115.003089
La costumbre actual de consumir bebidas energéticas mezcladas con alcohol incrementa significativamente el riesgo cardiovascular, puesto que esta peligrosa combinación encubre los efectos depresores del alcohol, aumentando la sobrecarga del corazón que demanda mayor aporte sanguíneo. Cuando este desequilibrio oferta/demanda se prolonga, aparecen crisis hipertensivas y arritmias, algunas de pronóstico grave. La incidencia de infarto de miocardio en jóvenes está aumentando entre los consumidores habituales de bebidas energéticas y alcohólicas.
El consumo de estas bebidas mezcladas produce un efecto contrapuesto, el estimulante de los refrescos energizantes y el depresor del alcohol, dando lugar a una falsa sensación de sobriedad, perdiéndose la capacidad de percibir cuánto alcohol se ha ingerido, aumentando el riesgo de intoxicación alcohólica, permaneciendo despierto. En definitiva, se transforma la típica borrachera en una “borrachera despierta”, sin sensación de miedo que puede favorecer las conductas antisociales (conducir ebrio, peleas), poniendo en evidente riesgo la salud propia y de otras personas. El consumo habitual de estas bebidas suele crear dependencia, aumentándose la dosis para obtener efectos psicomotores similares. Mientras los efectos del consumo simultáneo de cafeína y alcohol están bien definidos, se conocen menos los causados por la mezcla del alcohol con otros ingredientes de los refrescos energéticos como la taurina, niacina y piridoxina.
Según el informe bianual del Ministerio de Sanidad, que se viene realizando en España desde 1994, mediante encuesta sobre el uso de drogas en Enseñanzas Secundarias (Estudes), el 47,7 por ciento de los jóvenes entre 14 a 18 años consumen bebidas energéticas (hombres: 54,4 por ciento y mujeres: 40,7 por ciento) y el 19,5 por ciento mezcla las bebidas energéticas con alcohol. Este documento confirma que la población juvenil consume refrescos poco saludables, comidas rápidas de baja calidad nutricional y realizan escasa actividad física. Estos datos apuntan a la necesidad de implementar medidas educativas y regulatorias para fomentar conductas más saludables y reducir los riesgos asociados al consumo excesivo de refrescos energéticos, especialmente mezclados con bebidas alcohólicas. Debe tenerse en cuenta que algunas bebidas energizantes interactúan negativamente con ciertos medicamentos, por lo que es recomendable consultar con el médico antes de su consumo.
Bebidas azucaradas
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se denominan bebidas azucaradas aquellos líquidos que contienen más de 5 gramos de azúcar por cada 100 mililitros. Según la Base de Datos Dietética Global (GDD, del inglés Global Dietary Database) de EE.UU., la población adulta consume un promedio de medio libro de refrescos azucarados por semana.
Los refrescos y zumos industriales suelen contener una cantidad considerable de azúcares añadidos -sacarosa, glucosa, fructosa-. Teniendo en cuenta que una cucharita contiene 4,25 gramos de azúcar: una lata de cola de 33 cl. tiene 35 gramos de azúcar (8 cucharitas), un refresco de limón 42 gramos (10 cucharitas) y una bebida isotónica 26 gramos (6 cucharitas). De hecho, consumir una lata de refresco azucarado excede el límite diario recomendado por la OMS: “La ingesta máxima de azúcar no debe exceder el 5 por ciento del total de calorías diarias consumidas, lo que equivale a 25 gramos al día”.
Al tratarse de líquidos, el trascurso del azúcar por el estómago es rápido, pasando enseguida a la sangre -glucemia-, constituyendo una fuente inmediata de energía para el organismo. Sin embargo, para su metabolismo precisa de una hormona -insulina-, producida por el páncreas, que posibilita la entrada de glucosa al interior de las células. Cuando la sangre contiene una excesiva cantidad de glucosa -hiperglucemia-, por excesivo consumo de azúcar, el páncreas debe producir una mayor cantidad de insulina de forma inmediata, lo que supone un verdadero espoleo de este delicado órgano. Por otra parte, las células van haciéndose progresivamente menos sensibles a los efectos de la insulina -resistencia a la insulina-, antesala de la diabetes tipo 2. Esta resistencia a la insulina, junto al síndrome metabólico que le acompaña, incrementa el riesgo cardiovascular. Por ello, es preferible consumir la fruta entera con toda su fibra, en vez de solamente el zumo, permitiendo su buena digestión y la producción normal de la insulina por el páncreas.
El exceso de glucosa en la sangre -hiperglucemia- activa los depósitos de grasa del hígado y la cavidad abdominal, con acúmulos de grasa visceral -adiposidad- (sobrepeso, obesidad). Cuando las bebidas azucaradas van reemplazando a otros alimentos saludables de la dieta, se activa la producción de unas pequeñas proteínas inflamatorias del sistema inmunológico -citoquinas- que favorecen la aparición de hipertensión arterial, diabetes tipo 2, obesidad y enfermedad cardiovascular (arteriosclerosis, infarto).
Un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Tufts, publicado en Nature Medicine (2025), con datos clínicos procedentes de 184 países, señala que el consumo de bebidas azucaradas causó globalmente alrededor de 1,2 millones enfermos cardiovasculares y 2,2 millones de diabéticos tipo 2 nuevos. Este amplio análisis epidemiológico indica que alrededor de 340.000 personas murieron, en el año 2020, por enfermedades relacionadas con el consumo frecuente de bebidas azucaradas. Según este informe, parte de la industria ha iniciado la reducción responsable de azúcares añadidos en sus productos; en la Unión Europea, las empresas Coca-Cola y PepsiCo han disminuido el contenido de azúcar entre un 30 por ciento y 50 por ciento en algunos productos, como Sprite y 7-Up.
La falsa sensación de seguridad y salud con el consumo de refrescos light y sin azúcar, en sustitución de los refrescos azucarados, tiene el inconveniente de su mayor consumo, aparte de contener más aditivos y edulcorantes artificiales. La evidencia científica apunta a que estos ingredientes no son inocuos para la salud, pudiendo dañar el microbioma intestinal. El uso generalizado y creciente de estas bebidas no nutritivas requiere seguir apoyando a la investigación científica y extender la difusión de mensajes claros para la población general, recomendando reducir el consumo de refrescos y contrarrestar el agresivo marketing global de esta poderosa industria.
El consumo responsable de refrescos energéticos y azucarados debería incluir:
-Lectura de la etiqueta. Antes de consumir cualquier refresco, verifique la lista de sus ingredientes. Opte por las opciones con menor cantidad de azúcares añadidos, productos edulcorantes, cafeína y otros componentes energizantes.
-Moderación. Limite el consumo de este tipo de bebidas a 3 envases/semana. No consumir bebidas energizantes mezcladas con alcohol.
-Alternativas saludables. Considere otras alternativas más saludables como el agua, infusiones de hierbas, así como las bebidas deportivas que contengan electrolitos para la hidratación corporal durante la actividad física prolongada.
-Hidratación adecuada. Mantenerse bien hidratado durante la actividad física y en climas cálidos, preferentemente con agua y/o bebidas isotónicas.
-Consulte a su médico. Ante cualquier duda sobre su dieta, el consumo de refrescos y las interacciones con los fármacos prescritos.
“No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo” – Proverbio inglés
José Manuel Revuelta Soba
Catedrático de Cirugía. Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria