A la luz de la editorial jerezana ‘Canto y Cuento’ aparece este otoñal ‘Serán ceniza’, el libro de poesía cuyo título inspira un poema de Quevedo y que encuentra a su autor en el arcense Pedro Sevilla. Su nuevo trabajo no es el fruto de la espontaneidad, de la improvisación o de un compromiso editorial, sino la cosecha de cinco años de reflexión y de observación en los que su pluma nunca ha cesado en su habitual colaboración con este periódico y otros medios, y en otras tareas que si bien no son puramente literarias sí que se nos antojan solidarias.
Si un alumbramiento es una feliz noticia, ¿cuánto ha durado este embarazo poético tras la publicación de tu novela ‘Los relojes nublados’?
—Ha sido un embarazo de al menos cinco años. Desde que nacieron los primeros poemas hasta su publicación ha pasado ese tiempo. No están todos los poemas escritos, pero, ya se sabe, hay cosas que pulir y desbrozar, como todo en la vida. Al final han quedado estos veintipocos poemas que he titulado ‘Serán ceniza’ haciendo honor a unos versos de Quevedo que dicen … “Serán ceniza, mas tendrán sentido./ Polvo serán, mas polvo enamorado”. Cuando se lea el libro se podrá comprobar que es un canto a la vida y a la esperanza pese a que el título parezca tristón. El libro quiere traslucir que, a pesar de nuestro destino mortal, la vida tiene sentido a pesar del dolor y de la angustia.
Sin embargo, el título apunta a la obviedad de la muerte…
—Digo que el título es un homenaje a Quevedo, que fue un hombre muy vital, pero al mismo tiempo consciente de su destino mortal, ineludible para todos los seres humanos, para la vida en general. Pero el ser humano, mediante la belleza, el amor, la bondad… puede transformar ese destino cierto en un canto a la vida, porque la belleza, el amor y otros conceptos humanos le otorgan un sentido a la existencia. Nuestra existencia no es vana, no es un vacío, no es un paréntesis de tiempo dentro de la eternidad, sino que tiene una trascendencia y un valor.
Apenas ha transcurrido un año desde la publicación de tu última novela. El autor sigue fluctuando entre este género y la poesía…
—Soy fundamentalmente poeta, lo digo modestamente, pero últimamente me estoy desmintiendo porque me adentro, efectivamente, en el terreno de la prosa, de la novela. Mientras la poesía es una constante en mi vida, la novela viene por hechos puntuales. Escribí del sida, de la transición española… ‘Los relojes nublados’ nació de un cúmulo de emociones y sentimientos, de una serie de vivencias con el grupo de Alcohólicos Anónimos con el que sigo teniendo contacto. La novela es puntual y la poesía es una constante.
Aunque sea “un canto a la vida”, tu nuevo poemario deja entrever tu carácter existencialista con los temas universales del amor, la vida… y por supuesto, la muerte. Pero también está la familia como un elemento casi inherente a tu obra. De hecho, ‘Serán ceniza’ se abre con un poema que habla de tu padre.
—Fui un adolescente arrebatado. Pensé que con la poesía iba a transformar el mundo, me imaginaba leyendo poemas, declamando poesía ante multitudes y enardeciendo a las masas… Eso, luego, me demostró, en primer lugar, lo petulante que yo era cuando adolescente y, en segundo, que la poesía no puede ir por esos caminos, que cuando nuestros maestros hablaban a la minoría siempre, como decía Juan Ramón Jiménez, la poesía es otra cosa… Yo la comparo con una confesión ante un sacerdote o con una confesión ante un médico. Uno no explica que tiene un problema en el riñón cantando o dando voces o en público, lo explica en una consulta. Al sacerdote uno no le explica en un púlpito que ha pecado en el sexto mandamiento…, lo hace en un confesionario. Pues uno no habla del amor dando voces, de la emoción que le produce revivir su infancia a través de sus nietos… Uno no puede hablar de eso ante multitudes, sino en una relación de tú a tú, entre el lector y el escritor. De aquellas imaginaciones mías de que la poesía tenía que ser un arma de guerra, de batalla digamos, a esto de ahora que es contar y cantar de tú a tú, lo que es la vida y lo que realmente merece la pena ser vivido, pues eso, las emociones diarias ante un hijo que vemos cómo crece… La poesía no es más que un libro de familia que se cuenta a los amigos y al lector por un módico precio.
¿Qué pasa?, ¿que ya la poesía no puede cambiar el mundo? Tú dices que “escribir es sembrar”? ¿Ya no eres tan petulante?
—La poesía sí puede cambiar el mundo, pero no en el sentido en que yo pensaba en un principio. Yo pensaba antes que se podían arreglar los desajustes económicos o los problemas mundiales con un endecasílabo; hoy sí creo que el mundo se puede cambiar. Cuando uno habla a media voz y habla con el corazón en la mano a un futuro lector, ese lector se impregna de los sentimientos de amor, de solidaridad y de belleza que tienen los poemas, no lo míos, porque sería también muy petulante que yo alabara mis propios poemas, pero la poesía buena, la poesía en general tiene el valor de cambiar a las personas que la leen, porque la hacen partícipes de esa emoción y de esa belleza que tienen los versos. Esa belleza y esa emoción nos llevan a la bondad y a la solidaridad con el resto de los humanos.
Ya ha habido una presentación ‘jerezana’ de ‘Serán ceniza’ y otra ‘gaditana’ por una una desconocida Pepa Caro... ¿Cómo ha sido acogida la obra por ahora?
—Con mucho cariño, la verdad es que me siento abrumado de tantas felicitaciones y muestras de afecto. Cuando terminan los actos de presentación me suelen preguntar de dónde viene esta poesía tan emotiva… Yo digo únicamente que no hay un secreto, sino varios. Uno de ellos es que se me ha metido en la cabeza, fiel a los poetas de Arcos y fundamentalmente a Julio Mariscal, que la poesía debe ser auténtica y sencilla. Y eso es lo que trato: escribir con sencillez, con palabras y expresiones lingüísticas que son de todos y al mismo tiempo hablar desde la autenticidad. Yo digo que los poetas con cierta edad y con muchas lecturas encima, si se lo proponen pueden escribir un poema al día; otra cosa es que ese poema valga algo. Seguramente no vale nada en absoluto, porque un poema no sale cuando uno quiere, sino cuando realmente tiene que salir. Por tanto, pienso que a la poesía hay que esperarla. La vida no da para tanta poesía, pero lo poco de auténtico que tiene es lo que hay que sacar y llevar al papel.
Cita el sábado 24 en el teatro Olivares Veas para la presentación del libro. Estamos en otoño y esperando el ‘Noviembre literario’ que recuerda en Arcos a sus poetas…
—Tengo noticias de que este año podrían venir Antonio Hernández y José María Velázquez-Gaztelu por sus recientes premios nacionales. También creo que habrá algún acto para Julio Mariscal y los poetas de ‘Alcaraván’.
Para Pedro Sevilla, la pérdida de la memoria de Julio Mariscal sería una tragedia…
—Desde luego, es un poeta grande, un referente de la poesía arcense y nacional, y hablamos de un poeta muerto, pero afortunadamente tenemos a los hermanos Murciano y otros tantos. Un ayuntamiento que se precie no puede perder la memoria de un poeta como Julio Mariscal, y este, desde luego, no lo hará.
Gracias amigo, mucha suerte con el nuevo libro y con todo lo demás.