Ahora que Cádiz empieza a
recuperar un poco el pulso y las ganas de celebrar cosas -ya sea un Carnaval inexistente o una Cuaresma más cargada de actos de lo habitual-, es el momento de apoyar al comercio en general y a la industria cofradiera en particular. Se reanudan las
compras relacionadas con la Semana Santa: necesitamos nuevo capirote, túnica en propiedad, renovar los guantes o el cinturón de esparto para ceñirnos el hábito penitencial. Tras dos años con muy pocas ventas en este sector, de nuevo suena la flauta y resurgen las demandas por parte de hermandades y gaditanos de a pie.
Es verdad que mejora el consumo, pero a su vez, hay que hacer frente a los importantes
incrementos en los suministros, materiales y transportes. En nuestra ciudad, los pocos comercios que han sobrevivido a la pandemia, están haciendo malabares para no tener que venderle al consumidor un paquete de incienso al doble de lo que se le vendía en 2019.
Se ha encarecido todo de manera extraordinaria por los
costes de las materias primas y ahora también a consecuencia de las
subidas energéticas. Incrementos que -ante el miedo de perder clientes-, están asumiendo los propios proveedores.
Sube la luz, sube la gasolina, Ucrania avisa de que el trigo se cotiza al alza y por si fuera poco,
la lluvia no termina de cuajar, por lo que el sector de la flor cortada se ve obligado a subir también los precios. El
precio en las flores, según la CECU, ha subido
entre un 40 y un 60% del el 14 de febrero (día de San Valentín) al inicio de la Cuaresma. Este gremio es de los más castigados por la
doble crisis que sufre: la energética en los viveros y la sequía en el campo. Para que se hagan una idea, el precio del clavel se ha duplicado y los floricultores de Chipiona ya prevén una nueva subida de aquí a Semana Santa.
La industria religiosa comprende una sólida cadena de la que si un solo eslabón sufre la subida de una materia prima,
termina pasándole factura a toda la cadena completa. Y es que a la flor cortada hay que añadirle otras materias primas como la madera, que ha subido en el último año hasta un 130%, con lo que ello implica para gremios tan dependientes de las cofradías como el de los
tallistas, imagineros, escultores o carpinteros; la orfebrería, que en solo ocho meses ha padecido la subida de materiales como el acero
hasta en un 78% de su precio habitual. Y otros gremios como el de la cera, el carbón o los tejidos para costureras y bordadores.
Costará trabajo remontar, pero no cabe duda de que
las hermandades sobrevivirán como ya lo hicieron tantas otras veces a lo largo de la historia. No obstante, bueno será que las diferentes administraciones tomen nota de estas devastadoras cifras, para aliviar también el dolor sin solución de continuidad que esto provocará en las próximas fechas a otros sectores colaterales como el comercio menor, la hotelería o la hostelería.