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Un café que da vida a los sintecho de Cádiz

Nuria y Pablo son dos voluntarios que participan en la iniciativa de Calor en la Noche. "Que empiecen el día con el estómago caliente", dice Manuel Mení

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Nada más entrar por la puerta, el local olía a café. Nuria y Pablo son dos de los voluntarios de Calor en la Noche que ayer estaban repartiendo desayunos entre los sintecho de la ciudad. Una iniciativa que comenzaba esta semana tras adaptarse el local cedido por el Ayuntamiento en el Campo del Sur, a la altura de la calle Garaicochea.

Nuria se estrenaba sirviendo los cafés y trayendo y llevando tazas hasta la cocina,  donde otras tres mujeres se dedicaban a recoger la vajilla, poner lavaplatos, calentar la leche o el agua y tostar el pan. Era su primer trabajo de servicio como voluntaria. Años atrás colaboraba en San José con los niños huérfanos. Fue un amigo suyo, Pablo, quien le propuso participar en esta iniciativa, que es “fantástica”.

Mientras tanto, la juventud de Pablo no ha sido impedimento para volcarse en el voluntariado. Le viene por genética, su padre formaba parte de la organización de Amigos del Pueblo Saharaui en El Bosque y a partir de ahí ha pasado por el Banco de Alimentos, captando socios para ACNUR durante año y medio, encargándose de esta ONG en Almería o trabajando con Calor en la Noche tanto en Cádiz como en San Fernando. Dos días a la semana por la noche va en ruta por las calles de Cádiz dando calor a las personas sin hogar, y ahora se ha sumado al reparto de los desayunos.

Las miradas de Nuria y Pablo rasgan. Son tan limpias que hacen difícil no querer quedarse con ellos, sacarse el carnet de manipulador y escuchar las historias de aquellos que han decidido vivir solos y dormir al raso.

“Un café que da vida” decía el presidente de Calor en la Noche, Manuel Mení, quien contaba cómo el primer día se repartieron 17 desayunos, y ya en la segundo jornada aumentaba el número de bocas a las que dar los buenos días.

Hace poco más de una semana, Manuel contaba cómo se habían conseguido los muebles, los alimentos y sacar adelante esta iniciativa que “permite que empiecen el día con el estómago caliente y no tengan que pedir para poder tomarse el primer café”.
La intención de Calor en la Noche es convertir el local en algo de ellos, “que lo sientan suyo, donde reine la armonía y se sientan como en casa”.

Para estos menesteres, la asociación cuenta con 28 voluntarios, que se van repartiendo a lo largo de la semana, para cubrir un servicio donde trabajan cuatro personas. “Y además tenemos suplentes…”, lo que demuestra el buen hacer de esta asociación y cómo los gaditanos se están implicando con aquellos que no tienen techo.

Para Mení es fundamental “el boca a boca” para que todas las personas sin hogar de la ciudad sepan de esta opción y puedan tomar su café y su tostada todas las mañanas.
Media hora después de su apertura, la sala estaba repleta. Algunos desayunaban en grupo como si estuvieran en el comedor de un colegio, y otros preferían hacerlo en solitario.

Más hombres que mujeres. La mayoría de nacionalidad española. Prevalecía una media de unos 50 años. Y entre ellos estaba Manuel.
Su historia podía ser la de cualquiera. Tiene 64 años. Es guapo, alto, canoso, con los ojos claros y muy aseado.

Nacido en Sevilla, hace once años que vive en la calle, “desde que se murió mi mujer”. Es abogado, ha vivido en Reina Mercedes y Montequinto. Tiene tres hijos, todos ellos con sus carreras: uno vive en Sudáfrica, otra en Italia y la más pequeña en Sevilla.
Es el mayor de 12 hermanos, de los que ya “sólo me quedan ocho. Le prometí a mi madre que cuidaría de ellos, aunque ahora mismo sea un indigente con clase”.

Manuel vive en la calle porque así lo quiere, tiene su pensión de viudedad y está pendiente de cobrar su jubilación. Lleva dos meses en La Caleta y ahora dice que quiere ir a La India para encontrarse con Dios y consigo mismo. Manuel transmite amor y es capaz de contar con qué problemas se ha encontrado a lo largo de la vida. Una vida contada en diez minutos, pero que no es muy distinta a la de muchos que sí tienen un techo bajo el que vivir.

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