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Campo de Gibraltar

Algeciras 80's y 90's: Una ‘movida’ que dejó huella

Fanzines, cómics, rol, música alternativa y manifestaciones eran vehículos de difusión

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  • Concierto de 'Maniac' en el Parque María Cristina (1986) -

 Los efectos de la eclosión sociocultural de Algeciras en las décadas de los 80 y 90 siguen muy presente en nuestros días. Las vías para difundir esa cultura alternativa eran muy distintas de las actuales. En tiempos en los que el teléfono móvil, las redes sociales o las descargas de música eran mera ciencia-ficción, el boca a boca, los fanzines o los locales de ocio eran el vehículo más óptimo para conocer las nuevas tendencias.

Un gran recopilador de toda esa información es Antonio Garrido García, Garri, quien, a través de su inmortal fanzine Kristal ha difundido, desde 1987, la obra de destacados dibujantes del Campo de Gibraltar. Más recientemente, registró, junto a Juan González Amaya Txutxe y otros colaboradores, todas sus vivencias de ambas décadas en La Kultura Alternativa en la Algeciras de los años 80 y 90, obra en la que se basa gran parte de la información recogida en este reportaje.

Un buen amigo de Garri, Jorge del Águila, Rambo, canalizaba también, a través de la librería Praxis, todo el movimiento cultural de aquellos días. “Surgieron movimientos asociativos con mucha capacidad de organización”, comentó. Agregó que existía un Consejo Local de la Juventud de Algeciras, organismo institucional donde se reunían todas las actividades juveniles y coordinada con la Delegación de Juventud. Sobre estas reivindicaciones, recordó que “antes no había tanto miedo a que la gente hablara y ahora cualquier cosa parece una afrenta. Había mucho respeto colectivo”. incidió.

Cómic, fanzines y rol
La cultura del cómic y el fanzine caló rápidamente en la Algeciras de los ochenta. Garri recuerda que “en el año 83-84 comenzamos a juntarnos todo un grupo de dibujantes aficionados a revistas de historietas y humor como El Víbora o El Jueves, que produjo el germen de lo que se conoció como la Asociación de Amigos del Cómic y la Ilustración, la cual daría a luz actividades como el Salón del Cómic de Algeciras, que celebró tres ediciones entre 1989 y 1994.

Publicaciones como Humor Sátiro y su heredera, La Historieta, el propio Kristal -que ha sobrevivido durante 25 años en varias etapas-, Caballete -surgida desde La Escuela de Arte,- Marejada en el Estrecho -el mejor ejemplo de la crítica política-, La Movida o Cimmeria, sin olvidar a Zejel, subsistían y se distribuían con modestas ediciones. 

El rol tampoco se quedaba fuera de este movimiento, y prueba de ello fue la actividad de El Chirimbolo del Rol, presidido por los hermanos Valdenebro Torres.

Puntos de ‘movida’
En cuanto a la distribución de las zonas de ocio, San Isidro, en un primer momento, la calle Inmaculada y la Plaza Andalucía, más adelante, eran los focos de concentración de estos locales y pubs.

Txutxe, colaborador de Garri en el libro, cuenta con una página web, www.txutxemovida.net, con numeroso material y referencias a todo el movimiento cultural de aquellos años, incluidos los locales de ocio.

En el libro conjunto con Garri recoge nombres tan familiares como London, Zero Zero, Genesis, El Patio Andaluz o El Pacharón, algunos de los pioneros. Por zonas, el Chaplin, en el cruce entre la calle Gloria y Montereros, al que describe como “el pub más bonito, decorado en madera y simulando una taberna irlandesa”. Junto a ellos, Tipo’s, El 23, La Colmena o Galería 26. Cantares, en la calle Teniente Miranda, o Studio 10, en la calle Libertad, eran otros nombres de referencia, junto con Bora Bora, Mailo o El Acuario, en la calle Montereros. 
“Paralelamente a San Isidro se desarrolló también la calle Trafalgar, con un ambiente quizás más pijo”, comentaba Txutxe.

En la calle Inmaculada, “más transgresora e inquieta”, su presencia ocasionó un problema de convivencia con los vecinos. A finales de los ochenta, una manifestación espontánea consiguió salvar temporalmente esta zona. Sin embargo, las continuas denuncias dieron lugar a lo que algunos de los que lo vivieron calificaron de “una verdadera labor de acoso y derribo” por parte de la Policía Local de entonces, haciendo que “fueran a menos” y originando, con ello, el crecimiento de la zona del Secano.

Pubs como Polares o Pepperland formaron parte de esa zona, y Txutxe recuerda con cariño otro local, Boulevard, “que por dentro era como una calle antigua de los años 50”. 

Jorge, de la librería Praxis, destacaba que la calle Inmaculada, a la cual destinó una canción-himno el grupo de rock Destilería, era “un punto de encuentro tanto en verano como en invierno” pero con los años se promovió la salida de jóvenes en busca de marcha nocturna a Tarifa o La Línea.

No podemos olvidar, en esta relación, al mítico Paralelo 36, en el que se organizaban concursos de rock. Su artífice, el empresario Felipe El Demonio, fue también el responsable de El Tragaluz o Lamentable.

Tiempos de rock
El panorama musical se ha transformado completamente en los últimos 30 años. En los 80, los conciertos en pequeñas salas, los fanzines y revistas especializadas daban a conocer a los grupos, muchos de ellos centrados en el mundo del rock, y que raramente llegaban a grabar un disco, si bien se generaron numerosas maquetas. Los autores “tenían que reunir entre 15 y 25 mil pesetas” para grabar “cuatro o cinco temas” sin contar “gastos de viaje y manutención”.

Un vehículo de difusión muy bueno fueron los conciertos de la Plaza de Andalucía, ligados a la celebración de alguna manifestación por parte de los numerosos colectivos que convivían en la sociedad algecireña. 
Entre los nombres de aquellos grupos, algunos como Más Madera, Algeciras Blues Express, Sherezade, Los Secuaces, Maniac, Shalom, La Destilería, Sanatorio Mental o Brutal Thin sonarán seguro en la memoria de muchos algecireños de aquella época. Pocos de esos músicos han perdurado hasta nuestros días, aunque algunos aún piensan en reunirse de nuevo. Es el caso de los componentes de La Destilería, al que perteneció Txutxe, y que están pensando hacerlo “en homenaje a Julio, que murió hace un año”.

Un exponente de la segunda parte de aquella época, los primeros años noventa, fue Javier Vargas Api, actual responsable de La Gramola, y que estuvo en grupos como Sin Límites o Prohibida, y fue batería de Los Delinqüentes. Sus referencias iniciales, el grunge de conjuntos como Nirvana. “A nivel de difusión era todo muy complicado. En cuanto a la financiación, todo era por amor al arte, equipitos de sonido con muy poco dinero...y para desplazarnos, no teníamos carnet de conducir”.

“En aquella época había más creatividad y diversidad”, reconoce, si bien hoy “hay muchas más opciones para tocar en directo”, en salas como La Gramola, Farándula o Rascayú. “Tener un sitio totalmente preparado para tocar en directo, incluso bandas nacionales, y locales, facilita a la hora de programar”, confesó. 

Hay una cosa segura, y es que el espíritu reivindicativo, transgresor y creativo de aquellas dos maravillosas décadas no ha caído en el olvido, y que debe servir de inspiración a nuevas generaciones.

An-Tonio, figura musical
A nivel individual, y dentro del panorama musical, una de las grandes figuras de aquellas dos décadas, y más concretamente de los primeros noventa, fue Antonio Rubio, An-Tonio, fallecido en trágicas circunstancias cuando estaba a punto de alcanzar el estrellato. 

Quien mejor lo recuerda es su amigo Manuel Luis Yáñez, Leto, quien compartió con él múltiples vivencias.”Su muerte llegó justamente después de varios años de lucha y contactos con discográficas, cuando iba a salir de aquí”. 

Su amigo recuerda que la muerte de An-Tonio fue “un palo para todos, para gente que lo había podido ver en directo. Era un tío muy visceral y muy personal, y dedicado a su música las 24 horas. Era un artista en todo lo que hacía”, recordó. Leto engloba la música de An-Tonio dentro del pop-rock “con un cierto toque flamenco”. 
Por otra parte, y con respecto al actual panorama musical, asegura que “la salud musical está ahora muy bien. Sigue dedicándose a ello mucha gente y ahora quizás hay más sitios donde tocar, aunque el Ayuntamiento quizás se volcaba más antes”.

Al margen de An-Tonio, otro malogrado músico, Salvador Parra Jiménez, fallecido a los 45 años, fue batería de varios grupos, como RIP, con el que hizo sus primeros pinitos, o Maniac, ya como un músico consolidado. 

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