Los bailarines empezaron danzando separados, en un símbolo del distanciamiento social a que el mundo se ve obligado por la covid-19
Japón homenajeó a su cultura tradicional sin olvidar el "cool Japan" que tantas puertas le ha abierto a nivel internacional, en la inauguración este viernes de los Juegos Olímpicos de Tokio, donde hubo teatro kabuki, jazz y videojuegos.
El programa de la ceremonia se dividió en nueve actos. En los primeros compases se retransmitieron unos breves vídeos y una cuenta atrás, desde que la capital japonesa fue escogida como anfitriona olímpica en 2013 hasta la fecha presente y una batería de 694 fuegos artificiales para dar el pistoletazo de salida al espectáculo.
La pirotecnia del evento estuvo íntegramente a cargo de la Japan HANABI Association (Asociación de Fuegos Artificiales de Japón).
A ello le siguió una actuación protagonizada por la boxeadora y enfermera Arisa Tsubata y un grupo de bailarines coreografiados por Shintaro Hirahara y con música de Seigen Tokuzawa, y que fue un homenaje a las dificultades de la sociedad con la llegada de la pandemia y, en particular, de los deportistas en su entrenamiento.
Los bailarines empezaron danzando separados, en un símbolo del distanciamiento social a que el mundo se ve obligado por la covid-19 y que tanto ha incluido en el propio evento deportivo.
El fondo inicialmente blanco de la pista del estadio se tiñó de colores más vivos para terminar uniendo a los bailarines con un hilo rojo, en evidente referencia a la leyenda popular del "hilo rojo del destino", que representa a la fuerza invisible que une inconscientemente la vida de las personas y todo lo abarca.
La actuación corrió a cargo de la coreógrafa Megumi Nakamura.
Tras ello fue el turno de la entrada de la bandera japonesa y la interpretación del himno de Japón por parte de la artista Misia, famosa por unas canciones folclóricas.
Tras ella, el bailarín y actor Mirai Moriyama interpretó una pieza contemporánea lúgubre para homenajear a todos aquellos que ya no están, por los que se guardó, además, un minuto de silencio.
El duelo dio paso a la fiesta y al ritmo de una canción popular, los bailarines se mezclaron con miembros de una asociación para la preservación de la memoria de los bomberos de Edo, imprescindibles para velar por la seguridad de las casas típicamente de madera de Japón, que sigue sintiendo predilección por este material en la construcción.
El propio Estadio Olímpico de Tokio está hecho de madera.
El grupo danzó al ritmo de la canción "Kiyari Uta", vistiendo chaquetas tradicionales "haori" y "happi" y encabezados por la actriz Miki Maya, antigua miembro de la compañía de teatro íntegramente femenina Takarazuka Revue y célebre por sus papeles masculinos, los más codiciados en el grupo.
El bailarín de claqué Kazunori Kumagai se sumó a ellos mientras entraban farolillos flotantes y unos anillos olímpicos labrados nuevamente en madera, en esta ocasión tomada de los árboles nacidos de semillas traídas a Japón por atletas que participaron en los primeros Juegos Olímpicos que albergó Tokio, en 1964.
Estaba previsto que el bangladesí Muhammad Yunus, premio Nobel de la Paz en 2006, recibiera el Laurel Olímpico del Comité Olímpicos Internacional (COI) en la ceremonia, pero como no pudo asistir personalmente, lo hizo a través de un vídeo de agradecimiento.
Tras esto comenzó el desfile de los atletas, que marcharon durante más de dos horas al compás de la música de conocidos videojuegos como Dragon Quest, Final Fantasy, Chrono Trigger o Monster Hunter, en un sentido homenaje a la cultura pop del país.
Los carteles con los nombres de los países simulaban bocadillos de diálogo de mangas y la ropa de los portadores y asistentes parecían bordados con la técnica de tramas que se usan en los cómics.
No faltó un espectacular despliegue tecnológico, con la formación en el cielo del logotipo olímpico de los Juegos que se puso a girar para conformar un globo terráqueo con 1.824 drones flotando sobre el estadio mientras sonaba la canción "Imagine", de John Lennon, interpretado por artistas de los cinco continentes, entre ellos el español Alejandro Sanz y el neozelandés Keith Urban.
Una de las últimas piezas fue una actuación de teatro kabuki a cargo del reputado actor Ebizo Ichikawa XI, que interpretó un fragmento de una emblemática obra de su familia, "Shibaraku", junto a la pianista Hiromi Uehara, ganadora de un Grammy en 2011 al Mejor álbum de jazz contemporáneo, entre otros actos que se sucedieron en las cuatro horas que duró el evento.