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El Loco de la salina

¡Qué noche la de aquel día!

Este año nos ha tocado un carnaval de pico y pala, de trabajos oscuros, de ratas, de cementerios, de sectas malvadas, de fuego, de cuchillos, de pistolas…

Publicado: 02/03/2025 ·
14:58
· Actualizado: 02/03/2025 · 14:59
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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El pasado viernes por la noche nos quedamos unos cuantos locos a ver la final del Concurso del Gran Teatro Falla. Todavía tenemos sueño por el palizón que nos hemos metido en el cuerpo. Y se nos ha quedado mala cara por bajar de golpe a las entrañas de Cádiz y bregar con tantos picos y palas, que parecía que íbamos otra vez a la feria de la playa a buscar los duros antiguos. Después, los disléxicos que tenemos en el manicomio, cansados de verlo todo al revés, se levantaron y se fueron a sus cuartos en dirección contraria como siempre.

De punta se nos pusieron los vellitos al ver que se nos venía encima una plaga de las ratas más maquilladas del mundo, que seguramente estaban saliendo de las alcantarillas de Cádiz abiertas hacía un ratito a pico y pala. No nos habíamos recuperado del susto, cuando aparecieron unos señores con unos capirotes blancos, de la secta del Ku Klux Klan Klan, y detrás, por si faltaba algo, ardía una cruz en el forillo que nadie intentó apagar.

Menos mal que al ratito dieron la cara, pero nos trajeron recuerdos malos y diabólicos. No salíamos de nuestro asombro, porque todo nos parecía oscuro y poco claro. Como si nos hubieran escuchado, tomó el relevo el lado oscuro que nunca quisimos ver, porque el lado claro de Cádiz ya lo teníamos muy visto. Para contemplar al menos la luz de la luna tuvimos que salirnos del salón a fumarnos un cigarrillo, pero los vigilantes dijeron que con unas cuantas calaítas, que por cierto nos supieron a gloria, ya íbamos despachados.

Volvimos al salón. Esperábamos que las cosas iban a cambiar, pero fueron a peor, porque lo que nunca hubiéramos querido ver nos lo metieron por los ojos: el cementerio. La noche estaba siendo completita. Comentábamos que en Cádiz había cosas más alegres, pero por lo visto un clásico nunca falla y la cosa no tenía remedio. De todas maneras y sin que nadie nos diga que somos los butaneros de turno, nos tomamos unas cervecitas a espaldas del vigilante.

Por fin, cambió el tercio y se abrió paso la luz. Sabíamos que en Cádiz, el show estaba garantizado y se nos iba a ofrecer una dosis de optimismo, a pesar de que el corazón se nos terminó encogiendo al ver a un señor tirándole cuchillos a otro a pique de hacerle mucha pupa. Cuando hay sangre, hay tiros. Nos imaginamos que por eso aparecieron unos cuantos James Bond, que da gloria verlos cuando llegan con sus pistolas dispuestos a lo que haga falta. Parecía que todo tenía arreglo, pero, mire usted por donde, se volvió a la negrura de siempre. ¡Mira que los del otro barrio estaban tan tranquilos en sus sepulturas! Pues volvieron a las andadas dejando otra vez la noche de pena, penita, pena.

En las butacas la gente se iba quedando dormida, pero observamos que el gallinero no paraba de cantar y de asomarse a la barandilla apuntándose de candidatos firmes al cementerio. También nosotros nos estábamos quedando dormidos, pero llegó la tribu con sus vivos colores, aunque ya no sabíamos si venían en plan caníbal o en plan de cachondeo. Eran más de las siete de la mañana. Este año nos ha tocado un carnaval de pico y pala, de trabajos oscuros, de ratas, de cementerios, de sectas malvadas, de fuego, de cuchillos, de pistolas… Nos fuimos a la cama con las carnes abiertas.

A ver si para el año que viene recibimos los locos más alegrías, porque para penas ya tenemos suficientes con las que arrastra consigo este manicomio chirigotero y cruel.

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