Los trabajos de restauración del exterior del casco de la carabela La Niña, ubicada en la rotonda de la avenida de Europa, a la altura del Centro Comercial Bahía Mar, han concluido.
El trabajo ha sido realizado por un carpintero de ribera, un oficial y un ayudante de carpintería de los programas de empleo de la Junta de Andalucía para menores y mayores de 25 años. Además, otros dos restauradores de los mismos planes han colaborado en diversos cometidos. Igualmente, explica el edil popular, se ha contado con el asesoramiento del profesor Luis Coín Cuenca, de la Universidad de Cádiz y capitán de Marina Mercante, que fue quien proyectó y dirigió la construcción de esta réplica, que reprodujo en 1992 el viaje del Descubrimiento de América, así como del profesor de náutica Julio Terrón Pernía, y de José-María Maíquez, comisario de averías. El trabajo ha estado coordinado por personal del Museo Municipal de El Puerto de Santa María.
El concejal de Cultura, Millán Alegre, aprovecha estas líneas para agradecer el esfuerzo de todos ellos para acometer un trabajo de restauración de esta magnitud, que han cuidado con mucho mimo y profesionalidad.
Las labores han consistido en limpieza y rascado de la superficie exterior del casco, saneado y restitución del calafateado, tratamiento de las partes más afectadas y pintura. Las partes metálicas de proa y popa han sido retiradas, limpiadas de óxido, tratadas, pintadas y recoladas, para recuperar el estado original de la embarcación.
Cabe destacar que los gastos de herramientas y productos han corrido por cuenta del Ayuntamiento.
Queda ahora por restaurar el interior de la carabela, señala Millán Alegre, que detalla que este trabajo se acometerá con personal de los nuevos planes de empleo de la Junta de Andalucía el próximo año.
Estas labores se enmarcan dentro de un proyecto de recuperación de los valores históricos, técnicos y culturales de esta réplica de la carabela La Niña. Millán Alegre explica que la intención es que en un futuro sea trasladada a una zona de la margen derecha del río Guadalete, a un lugar más céntrico, para que pueda ser visitada por todos los portuenses y turistas, convirtiéndose en un nuevo reclamo turístico y cultural de la ciudad; ya que hay que tener en cuenta que se trata de la única réplica de una de las tres naves del Descubrimiento que ha reproducido el histórico viaje de 1492.
El concejal popular señala que esta pieza, ahora restaurada, recordará a todos aquellos que la vean que el Descubrimiento de América está indisolublemente ligado a El Puerto de Santa María, “no sólo por el hecho científico que constata la teoría de la tierra como esfera, sino por el cambio que a partir de entonces aconteció en el orden económico y político mundial gracias al encuentro de dos mundos nuevos entre sí, que hasta entonces no habían tenido contacto o al menos de un modo evidente”.
Cabe recordar que a principios del siglo XV El Puerto tenía un lugar reconocido en el circuito mercantil y naviero. Desde esta ciudad se fletaban naves que recorrían las rutas de las especies, la seda, etc. Su infraestructura en astilleros, instituciones de comercio, y formación de marineros y navegantes, la situó por delante de la mayoría de ciudades portuarias.
Prueba de esto son algunos hechos anecdóticos, aunque no por ello menos significativos, que tienen como escenario esta localidad. Quizás entre los más importantes figura el que el cartógrafo Juan de la Cosa, vecino de la ciudad y autor del primer mapamundi de la historia que incluía el continente americano, era propietario de la Nao Santa María que él mismo pilotara en la primera expedición de Cristóbal Colón. Pero, en realidad, el impacto más palpable es el patrimonio histórico, arquitectónico y humano que nos queda de aquellos siglos.
El ser base de la Capitanía General de la mar Océana implicó el estar constantemente al día de los devenires políticos internacionales, con lo que todos los acontecimientos históricos se hicieron notar de una forma muy directa en la evolución de la ciudad.
Su condición mercantilista, la configuró como residencia de comerciantes (Cargadores a Indias), que, al construir sus lujosas viviendas, conformaron un conjunto monumental jalonado de Casas-Palacios y diversos edificios civiles y religiosos de los que aún podemos disfrutar en su mayoría.
Y por último, y no por eso menos importante, el devenir de esta ciudad, acostumbrada a recibir viajeros procedentes de todos los rincones del mundo, y la variedad de orígenes de sus pobladores, la convirtió en un lugar, donde todos aquellos que se acercan, encuentran un poco de su propia historia.
Alegre recuerda que la actual réplica de la Carabela “La Niña” es fruto del trabajo de un equipo de artesanos y estudiantes bajo la iniciativa del profesor de la Escuela de Náutica de Cádiz, Luis M. Coín Cuenca, quien también ha colaborado con la actual restauración.
“Este investigador y aventurero nos recuerda en su libro "La Carabela La Niña de Cádiz y el primer viaje de Colón" que sólo existen como fuentes de información los dibujos de marineros de El Puerto de Santa María, párrafos de algunos documentos escritos y grabados de la época. A esto, unió lo obtenido de la observación de las fórmulas tradicionales de construcción de embarcaciones, que han llegado hasta nuestros días a través de los artesanos de la Costa Andaluza Occidental, y se construye definitivamente en la ciudad de Barbate.
Las proporciones de eslora (21 m.) y manga (5 m.) las extrajo de la capacidad de la bodega; la obra muerta, es decir la parte de la embarcación que no está sumergida, de dibujos y grabados; pero donde halló mayor dificultad fue en la obra viva, es decir, en la parte sumergida, para lo que únicamente contaba con algunos comentarios, y las técnicas heredadas que en algunos casos siguen vigentes.
Como conclusión de su estudio obtuvo una embarcación que si bien él mismo califica como reproducción no exacta, si está considerada como la que más se aproxima a las características de navegabilidad y maniobrabilidad de cuantas se han realizado hasta ahora.
Este aspecto era fundamental para llevar a cabo la fase principal del proyecto, realizar las travesías que hiciera el Almirante Cristóbal Colón desde 1492 y así conocer sus rumbos y derrotas.
La configuración y diseño de la Carabela la hacían ideal para la función descubridora; su bajo calado, que le permitía acercarse más a la costa que el resto de navíos; su mayor facilidad para navegar a bolina, es decir, para poder avanzar con un viento contrario, la convertía en la más apropiada para las condiciones climatológicas del océano. En definitiva, que además del espíritu aventurero y científico que caracterizó a las expediciones del Descubrimiento, éstas, para existir, precisaron como elemento fundamental la Carabela.
Sin embargo, no todo fueron facilidades para los navegantes. Su reducido tamaño, que la dotaba de gran maniobrabilidad, presentaba como contrapartida el reducido tamaño de su bodega, que los obligaba a ajustar al máximo la carga para cada travesía.
Por otro lado, las maniobras de navegación exigían una gran pericia por parte de toda la tripulación, y, por último, las condiciones de habitabilidad no ofrecían demasiadas comodidades. Dormían en cubierta a veces cubiertos por lonas, y sus enseres y objetos personales se reducían a las prendas que vestían, ya que todo el espacio era reservado para víveres, piezas de recambio del navío, herramientas de navegación y herramientas para reparaciones.
Estas fueron las mismas condiciones que intentó reproducir, hasta el extremo de lo permitido, el Profesor Coín Cuenca en el verano de 1.990. Fruto de este trabajo nos ha quedado como legado, y entre otras obras, esta réplica de "La Niña", para poder emprender abordo de ella e impulsados por la imaginación nuestra Travesía hacia el Descubrimiento”.