De entre todas las concentraciones que de un tiempo a esta parte muestran públicamente sus consignas, el hartazgo de los pensionistas y la patética subida a esos, no hacen sino constatar que el estado de bienestar tan edulcoradopor el sistema, deja cuestiones que deben ser subsanadas ante el descontento del pírrico aumento. Los pensionistas, y en mayor medida los jubilados, calibran el estado satisfactorio o crítico diario.
Las protestas de los pensionistas reflejan la preocupación y el rechazo de quienes no solo boicotean un bienestar merecido, sino el que compromete el presente y el futuro de una economía sujeta a directrices políticas de dudosa justicia social y más justa. De la misma manera, la “recuperación económica” de la que hace gala el Gobierno de Rajoy tras el fin, según él, de la crisis, no se ha visto recompensada de la misma forma con un aumento digno y significativo. Más bien parece un insulto a la propia estabilidad económica de miles de familias.
No son pocos los hogares que tristemente malviven gracias, precisamente, a esa pensión para salir adelante ante el también preocupante paro estructural de los más jóvenes. Se confirma que estos no solo ya vivirán peor que nuestros padres, sino que deben seguir existiendo para sustentar un sistema cada vez más sujeto al aguante de los pensionistas y a sus pensiones.