Que la oposición quema más que el gobierno lo resumió con su habitual finura intelectual el “onorevole” Andreotti. Il Divo, según lo retrató Paolo Sorrentino, Oriana Fallaci lo definió así: “Este hombre me recibió con enorme cortesía, su ingenio me hizo reír, no me dio la impresión de ser peligroso. El verdadero poder no necesita arrogancia, ni una poblada barba ni una voz aterradora. El verdadero poder te estrangula con lazos de seda, con encanto e inteligencia”. Todo lo contrario que en España, donde gusta la vastedad y la arrogancia en los debates. Para muestra un botón: ”Estamos ante el Gobierno más autoritario de la historia de la democracia. La Justicia, la Comunidad (de Madrid), el rey o las leyes son impedimentos para que Pedro Sánchez cambie este país por la puerta de atrás, como pretende”. Estas afirmaciones absolutamente hiperbólicas las hace la convertida jefa de la oposición de España, Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la comunidad madrileña.
El próximo miércoles se debatirá en el Congreso la moción de censura de Vox contra el presidente Pedro Sánchez para ser sustituido por Santiago Abascal. Por presidir un gobierno social-comunista, por la gestión criminal de la epidemia, por la degeneración democrática, el cercenamiento de las libertades, el apoyo a países totalitarios y la deslegitimación de la Transición. Son las razones literales que da Vox para presentar la moción, con la misma cantinela del discurso popular, pero subido por los decibelios de las marchas antiecológicas y ruidosas de las manifestaciones motorizadas, al modo de la guerra relámpago, dada su falta de tanques y de otras añoranzas.
En medio, Casado. Ha abandonado la reconstrucción del país y la derrota conjunta de la pandemia como prioridades y se ha establecido en la dinámica de quitarle votos a Abascal pareciéndose a él, adoptando su palabrería y su tono desabrido. Se puede decir que ha perdido el sitio. El abandono de la moderación y del sentido común, la exageración y los aspavientos como talante no conducen sino a la desubicación política. Solo falta que proclame a España Estado fallido, aunque ya se hizo eco de ello. El sándwich entre la lideresa de su partido -que ni lo nombra- y el líder ultra escindido -tras su provechosa estancia laboral con Esperanza Aguirre- sitúan en difícil posición a Casado.
