Las elecciones norteamericanas se viven en el conjunto de la Tierra como si fueran elecciones propias. La gente se siente ganadora o perdedora en función de su candidato preferido. Así lo presagió en su obra más significativa el poeta estadounidense Walt Whitman en su poema Monumento a Washington, de 1885. “tu, Washington, perteneces al mundo entero, a todos los continentes, y no solo al tuyo, América…dondequiera que florezca la Libertad, templada por la Tolerancia, gobernada por la Ley, allí se yergue o se está erigiéndose tu verdadero monumento”.
La libertad, la tolerancia y la ley y, en general, los valores que defendieron -con los errores de su tiempo, sobre todo en el tema de la esclavitud- los Padres Fundadores de la Nación -Jefferson, Adams, Madison, Hamilton, Jay, Franklin y el propio Washington- son los que han fructificado en universidades, en el mundo político, en los soñadores con un mundo libre y ajustado a los valores ilustrados una idealización de la democracia americana. El hecho de que continúen con la misma Constitución de 1787 - con enmiendas-, y la ausencia de golpes de Estado - aunque con una sangrienta Guerra Civil- ha impregnado el inconsciente colectivo universal con la idea de que la democracia americana es el paradigma donde debe mirarse el mundo. El resto lo ha hecho Hollywood llevando al cine toda esta sublimación.
Hoy comprobamos que una democracia tan tardía, tan joven, como la española tiene una administración electoral más rápida, más creíble y más eficiente que la norteamericana. Debe servir en estos momentos tan difíciles y crispados para aumentar la autoestima en nuestra recuperada democracia, a pesar de la paralización de reformas muy necesarias (sistema electoral, justicia, autonomías, mercado laboral…). En los Papeles Federalistas -coetáneos de la Constitución- se lee lo que está sucediendo en EE.UU. estos días: “La desobediencia de las leyes llevaría en primer lugar a la anarquía y la confusión; su aplicación por la fuerza de las armas sólo sería un atajo hacia el mismo punto: el gobierno despótico”. Lo extraordinariamente llamativo es que a la cabeza de la denuncia del sistema, hablando incluso de fraude y de parar el recuento de votos, se sitúe el presidente americano que se presenta a la reelección y que en los próximos días conocerá su buena o mala suerte. Y la nuestra.
