Judía,pequeña y casi centenaria, Rita Levi-Montalcini es una de las grandes figuras del siglo XX. Su padre, un ingeniero apasionado por las Matemáticas, se negó durante años a permitirle que estudiara, porque prefería que fuera esposa y madre, pero tenaz y con fuerza sobrehumana, la joven Rita se empeñó, consiguiendo a los 20 años –por fin– acceder al Bachillerato superior y después a la Facultad de Medicina.
Quizás sea por ello, por lo que ahora ayuda a chicas africanas a encontrar lugar en el mundo, a base de tesón, esfuerzo e inteligencia, gracias a su fundación.
Puede que su entrega y sus ganas de contribuir a una sociedad imperfecta se deban a que fue perseguida y que las leyes antijudías italianas de 1938 le obligaron a dejar la Universidad y ocultarse para evitar la deportación.
Durante la guerra trabajó como médica para la Resistencia y las tropas aliadas. En 1947 fue invitada a trabajar como neuróloga en la Universidad Washington de San Luis (EEUU), donde descubrió la proteína NGF, estimuladora del crecimiento de las fibras nerviosas. El hallazgo le valió en 1986 el Premio Nobel de Medicina.
Es autora de numerosos libros, y los más recientes –como Tiempo de acción, que acaba de publicarse– se centran en la revolución digital y en la necesidad de cambiar la educación. Su vista es deficiente y necesita de su secretaria para utilizar internet, del que confiesa sentirse maravillada y verlo como el gran logro a nivel intelectual, con múltiples desarrollos en el futuro.
Ha sido víctima de la shoah, el horror del nazismo, el horror del fascismo y reconoce no saber hacia dónde vamos, pero está segura de que debemos librarnos de ese pasado nefasto. Porque, dice sabiamente, que si asumimos una visión catastrofista del ser humano, estamos acabados. Por eso, hay que mantener la confianza en el futuro.
Lamenta que la vista le falle para leer, pero se alegra de que el resto le funcione exactamente igual que a los 20 años, lo que atribuye al buen estado de sus circuitos neuronales.
“Duermo sólo cinco horas, y el resto de la noche lo aprovecho para pensar…”, explica. No piensa en el futuro, en cumplir los cien años que hará en el 2009 tan cercano, sino en el día a día ,que es lo que le nutre de vitalidad y ganas.
Tristemente, esta magnífica mujer, como muchas otras antes y después de ella, rechazaron su maternidad y su vida en pareja en aras de la ciencia, la cultura o una carrera… Asignatura siempre pendiente en la liberación femenina y logro obligado en este siglo, en el que el acceso a la educación de las mas débiles y el tomar las riendas de nuestra “proita vida son los retos que nos quedan por lograr, en el activismo feminista.
Es de izquierdas y admiradora de las políticas de Zapatero, esta centenaria judía que se confiesa laica y agnóstica y defensora de los valores éticos sin esperar recompensas en otra vida.
Puede que el cuerpo de Rita esté arrugado, pero no su corazón luchador, y aún menos su poderoso cerebro, porque está activa, feliz e ilusionada con el devenir diario, con vivir, no cien años de soledad y hastío, sino años de productividad, de entrega a los demás y de buenos deseos... con héroes de carne y hueso como Ramón y Cajal e Hipatia, el gran neurólogo de todos los tiempos, del que dice que no hay nadie comparable a él, excepcional desde el punto de vista científico, artístico y moral y la sabia alejandrina, asesinada por la intransigencia y el nepotismo de algunos.
Capaz de sacar lo mejor de los peores momentos como cuando durante el fascismo, Mussolini quiso imitar a Hitler en la persecución de judíos y tuvo que ocultarse por un tiempo, montando su laboratorio en un dormitorio… ¡y descubriendo la apoptosis, que es la muerte programada de las células!
Capaz de vivir cien años de trabajo y esfuerzo y aún sentirse enamorada de la vida y de los habitantes de la tierra, cerebros primitivos y apasionados, que sólo somos capaces de evolucionar a golpes de desventura e infortunios y soñar con metas que se pierden –como los cabellos– en la funda de la almohada.