Un día sin redes sociales, qué locura. Es justo en ese momento en el que te paras a pensar en cómo era tu vida antes de que estas consumidoras de tiempo existieran. Todo era más sencillo, quedar con los amigos era posible, trabajar era posible, comprar era posible, todo era posible. Te sientes hasta bien cuando ese caos interminable de información se para por un instante. Empiezas a disfrutar de las pequeñas cosas que te da la vida, como un simple paseo por la calle sin estar mirando el móvil y pudiendo contemplar todo lo que hay alrededor de donde vives que a veces pasa inadvertido.
Pero ojo, no todo el mundo lo llevó tan bien. Hay que reconocer que estas redes sociales han absorbido tanto la vida de las personas que no somos capaces de vivir sin ellas sin que la ansiedad nos cause malestar. La necesidad de saber qué es lo que está haciendo la gente en su día a día, la necesidad de controlar todo. Pero, ¿te has parado a pensar que lo que menos controlas es tu vida? Ellos te controlan a ti, hasta el punto de gestionar tus emociones a su antojo, hasta el punto de generar en ti lo que deseen, hasta el punto de saber dónde estás, qué haces y qué quieres hacer. Facilidades, actualización, llámenlo como quieran, pero párate a pensar y se tú mismo quien decida qué, cómo y cuándo. Actualiza tu vida y no las redes sociales.