Cada día era distinto y vivía cosas nuevas . Se sentía genial por todo lo que descubría y que antes le había pasado desapercibido , y había aprendido a superar las rutinas y las monotonías, a conquistar una nueva realidad aunque fuera la misma de todos los días.
Sin embargo hay cosas que quisiéramos que cambiaran con todas nuestras fuerzas, y se repiten una y otra vez hasta provocarnos cansancio hasta el agotamiento, y miramos el mundo con otra perspectiva, y en unos segundos podemos dar un repaso a toda nuestra historia o pasar horas quedándonos en blanco.
Estas paradojas, en ocasiones nos reconfortan y otras nos llevan a una crisis con nuestro entorno, en lugar de enseñarnos cada amanecer un color diferente de la postal animada que contemplamos, y nos atrae una novedad con la que convivimos a diario, pero que nos anuncia un nuevo comienzo, y nos atrevemos a vivir nuevas experiencias.
Queremos tener atrapada la realidad en todos sus aspectos, y sin ser videntes, adivinos ni expertos en hacer pronósticos de futuro, intentamos encontrar una explicación lógica y científica a los hechos que vivimos, lo que no siempre conseguimos.
Dice el refrán que la paciencia es la madre de la ciencia. De ahí que en la vida hemos de aprender a esperar, si queremos sorprendernos con lo nuevo, si deseamos protagonizar impulsos que nos ofrezcan novedades que no esperábamos o conseguir lo que nos habíamos propuesto, y pensar que tras cualquier tempestad, llega la calma.
No vale todo y a cualquier precio, y no es deseable que pongamos en peligro la perdida de nuestra dignidad, si no dejaremos de ser nosotros mismos para convertirnos en títeres al mejor postor, a menos que tengamos la entereza de saber mantener nuestra coherencia y honor.
Seamos escépticos y no nos fiemos de nuestras vanidades, porque, a veces, sin darnos cuenta, acabaremos siendo esclavos de los profesionales del halago. Tampoco nos debemos dejar amedrentar por los que utilizan gritos o trompetas para demostrar sus lucimientos y sorprendernos con que les asiste la razón, cuando son el vivo ejemplo de la irracionalidad.
Cuando sintamos la necesidad o la tentación de reinventarnos, no se nos olvide que nadie es más que nadie , por muy poderoso que nos parezca , que por tanto resulta ridículo que alguien intente con su retórica dándonos permanentes lecciones, e imponernos sus ideas o sus costumbres.
Debemos vacunarnos de aquellos salvadores que intentan mezclar lo personal con lo colectivo, acaparar o invadirlo todo, como si fuera de su propiedad, porque en su cerrazón son incapaces de ver personas y solo perciben cosas y objetos , y en una especie de mecanismo repetitivo, se empeñan en hacernos difícil lo fácil y complicado lo sencillo.
Seamos sensatos y no olvidemos nunca nuestros límites, no gastemos más de lo que tenemos, hagamos del esfuerzo y del trabajo nuestra inspiración, y de nuestra capacidad de manejar con acierto la información que nos llega nuestra creatividad, y abramos nuestras mentes al misterio y a lo extraordinario.
Tener ambiciones es legítimo, siempre que no se convierta en una fijación, en una obsesión autodestructiva, que nos lleva a colocarnos en el mercado como mercenarios , dispuestos a vendernos al poder, sin importarnos si hacemos daño o no a los demás. Saber esperar es una cualidad de gente capaz de aprender de las situaciones y las personas.