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Tres meses después del tsunami, Sendai lucha contra el lodo y los escombros

El Ejecutivo nipón ha levantado de momento 28.000 de las 52.000 casas temporales proyectadas para alojar a los evacuados por el terremoto.

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  • Estado de la calzada en Sendai -
 Tres meses después del terremoto y tsunami que dejó más de 23.000 muertos y desaparecidos en el noreste de Japón, la ciudad de Sendai, una de las más golpeadas por la tragedia, lucha por reconstruir su costa palmo a palmo y asistir a miles de personas aún evacuadas.

El Ejecutivo nipón ha levantado de momento 28.000 de las 52.000 casas temporales proyectadas para alojar a los evacuados por el terremoto de 9 grados Richter, el tsunami y la crisis aún abierta en la planta nuclear de Fukushima.


En la provincia de Miyagi, cuya capital es Sendai, hay todavía 23.500 refugiados y, a las grúas contratadas por el Gobierno y a los miles de voluntarios que ayudan en las duras labores de limpieza, les quedan aún por retirar buena parte de los 24 millones de toneladas de escombros y 16 de barro que dejó el tsunami a su paso.

El número de voluntarios en el noreste nipón ha caído de los 54.000 registrados en abril a los 24.000 actuales, por lo que los centros de ayuda de las tres provincias más afectadas, Miyagi, Iwate y Fukushima, solicitan más personas para las labores de reconstrucción.

Es lo que reclaman Junichiro Sugawara, responsable de un centro de voluntarios de Sendai, que recibe al día entre 5 y 20 llamadas solicitando ayuda, y Tomu Maehara, un okinawense de 32 años que participa en esas tareas desde el 17 de marzo.

"El Gobierno está siendo lento al debatir sobre el dinero que dedica a la reconstrucción y aquí en Sendai la gente, en su mayoría granjeros, se ha quedado sin casa y sin campos para su sustento", explica a Efe Maehara.

Él limpia diariamente junto a grupos de entre 10 y 15 compañeros la tierra o las casas de los agricultores que sobrevivieron en torno a la autopista Tobu, que pasa junto a la costa de Sendai.

Esa autovía es "como una línea que separa el cielo del infierno", relata Maehara, ya que contuvo el tsunami y evitó que los residentes al oeste de la misma sufrieran tantos daños como los del flanco oriental.

En el este queda el distrito de Wakabayashi, hoy convertido en un páramo aún salpicado de árboles arrancados, coches despedazados y lodo estancado, y donde apenas quedan construcciones en pie.

Es una de las áreas más devastadas el 11 de marzo, ya que el tsunami lo arrasó por dos frentes: desde el mar y desde el sur, al desbordarse el río Natori, que se llevó por delante más de 3.000 casas.

"Calculamos que harán falta por lo menos 3 años para limpiar esta zona", dice Maehara, quien se alegra enormemente al comprobar que ya se está arando un pequeño huerto que ayudó a limpiar aquí hace unos días y que el agua, la luz y el gas están restablecidos en la zona en su práctica totalidad.

Cerca de ahí, las grúas apilan en enormes montañas los escombros recogidos hasta el momento y los separan en tres categorías (madera, metal y vehículos a motor), mientras en el barrio de Taishido, cinco kilómetros tierra adentro, ya se ha construido un bloque de casas temporales para familias que perdieron sus hogares.

Tanto en esta parte de Sendai como en otras localidades destruidas aún se encuentran a diario cadáveres, según explican a Efe los voluntarios que trabajan en la zona.

En las tres provincias más afectadas por el peor desastre que vivió Japón desde la II Guerra Mundial, buceadores, guardacostas, soldados y más de 2.000 policías buscan aún los restos de 8.095 desaparecidos que, según el último recuento, dejó el desastre.

Además, tres meses después de la tragedia, todavía se trata de identificar, mediante muestras de ADN, a unos 2.000 de los más de 15.000 fallecidos.

La labor es ingente y la reducción del número de voluntarios uno de los mayores problemas, como explica a Efe Masayuki Sato, un voluntario que el fin de semana pasado colaboró en Rikuzentakata (Iwate), "un pueblo al que es difícil acceder desde Tokio y que por eso apenas recibe voluntarios".

Pese a la magnitud de la tragedia, la extensión y la lejanía del área afectada con respecto a las grandes ciudades ha hecho que el número de voluntarios, unos 400.000 desde el 11 de marzo, no llegue a la mitad de los que acudieron a la ciudad de Kobe (centro) en los tres primeros meses que siguieron al seísmo de 1995.

Aquel seísmo, de 7,2 grados, causó la muerte de unas 6.400 personas y era hasta el pasado 11 de marzo el más grave en las últimas décadas en Japón.

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