Tras el anuncio de renuncia al pontificado de Benedicto XVI, todas las miradas se dirigen ahora al cónclave que se celebrará, presumiblemente, a mitad de marzo y ya han comenzado las especulaciones sobre quién puede ser su sucesor, con dos norteamericanos, un italiano y dos africanos a la cabeza.
Según los observadores vaticanos, ha llegado la hora de que la Iglesia tenga un papa de África o de América, donde vive la mitad de los más de 1.200 millones de católicos del mundo.
El cónclave, como establece la normativa vaticana, comenzará entre 15 y 20 días después del inicio de la llamada Sede Vacante (tiempo que va desde la muerte o renuncia de un papa hasta la elección del siguiente), con el objetivo de permitir a todos los cardenales del mundo acudir a Roma.
Benedicto XVI renunciará oficialmente al pontificado el 28 de febrero a las 20.00 hora de Roma (19.00 GMT) e inmediatamente comenzará la Sede Vacante, por lo que no se descarta que el cónclave empiece el 15 de marzo.
Un total de 117 cardenales de menos de 80 años podrán entrar en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo papa y, aunque puede ser designado cualquier cardenal con más de 80 años (hay 91) o cualquier sacerdote católico, lo normal es que el sucesor de Ratzinger salga de ese centenar largo de purpurados.
Todos los cardenales electores ya se han apresurado a asegurar que no son las personas adecuadas para ocupar el Solio de San Pedro y mantienen un perfil bajo, ya que ninguno quiere que se cumpla el dicho "Quien entra en un cónclave con fama de papa sale cardenal".
Sin embargo, los observadores vaticanos ya han comenzado a señalar a los cardenales con más probabilidades, entre ellos los norteamericanos Marc Ouellet -canadiense, de 69 años, presidente de la Comisión Pontificia para América Latina y de la Congregación para los Obispos- y Timothy Dolan, de 62 años, arzobispo de Nueva York.
Ouellet conoce a todo los obispos, debido a su cargo, y está considerado un gran conocedor de toda la Iglesia en América, incluida la latinoamericana.
Dolan, por su parte, destacó durante el reciente Sínodo de Obispos para la Nueva Evangelización por su optimismo sobre el futuro de la Iglesia.
Junto a estos dos purpurados sobresalen también los africanos Peter Turkson -de Ghana, con 64 años y encargado del "ministerio" vaticano para la Justicia y Paz- y Robert Sarah, guineano, de 67 años y presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, que se encarga de distribuir la caridad del papa.
De los africanos se resalta que provienen de iglesias jóvenes y de un continente donde la Iglesia crece y ya está madura.
Dentro de esa línea de "papables" procedentes de iglesias no europeas también destacan los brasileños Joao Braz de Aviz (de 65 años, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica), Odilio Pedro Scherer -de 63 años y arzobispo de Sao Paulo- y el argentino Leonardo Sandri, de 69 años y prefecto para las Iglesias Orientales.
Los italianos, deseosos de que el papado tras los 27 años del polaco Juan Pablo II y los casi 8 del alemán Benedicto XVI vuelva a manos de un cardenal italiano, tienen la mirada puesta en Angelo Scola, arzobispo de Milán, de 71 años y cercano al movimiento Comunión y Liberación.
También en Gianfranco Ravasi, de 70 años, "ministro de Cultura" del Vaticano y promotor del "Patio de los Gentiles" para impulsar el diálogo con los no creyentes.
Suenan, asimismo, el austríaco Cristoph Schoenborne -de 67 años, que fue alumno de Benedicto XVI y quien más le defendió cuando arreciaron las críticas al pontífice por los casos de curas pederastas- y el cardenal de Manila, Luis Tagle, de 55 años.
Los dos están considerados "grandes electores", es decir capaces de dirigir el voto.
Junto a los "papables", la duración del cónclave también es motivo de conjeturas y son muchos los que hablan de que se prolongará como mínimo tres o cuatro días, ya que en el cónclave que eligió a Benedicto XVI el cardenal Ratzinger sobresalía del resto y ahora están más nivelados.
Sea quien sea el elegido, el nuevo papa tendrá que dar respuesta a temas que no pueden seguir aplazados, como el celibato, el sacerdocio de la mujer y la comunión a los divorciados, entre otros asuntos.