Hablar de pintura, exposiciones, colectivas y otras cuestiones pictóricas en estos días y en Ayamonte se vuelve un poco repetitivo. Las calles, las galerías de exposiciones, los balcones, las antiguas ermitas, las azoteas de las casas, los centros culturales, cualquier rincón de la ciudad fronteriza es una sala de muestras. No en vano, actualmente se está llevando a cabo un estudio científico para determinar qué hace posible que una ciudad pequeña, como Ayamonte, tenga tanto artista dedicado a la pintura por metro cuadrado.
En esta ocasión destaca la galería de Rosa Cabalga, en los bajos del histórico Palacio del Marqués de Ayamonte. Al margen izquierdo del antiguo convento franciscano y por detrás de uno de los pocos astilleros de ribera que quedan en nuestro territorio. Una galería que abre las puertas de vez en cuando, especialmente cuando llegan las calores estivales y los patios interiores del palacio se inundan de un colorido que se confunde con los lienzos repartidos por todos los salones.
Y es que allí expone estos días Chencho Aguilera, el pequeño de la saga de los Aguilera. Rafael, Florencio y ahora Chencho. Es su primera exposición individual, aun cuando su currículum diga que ha expuesto en colectivas, o con Esther Moreno, o la mágica de ‘Tres generaciones’, y que ha estado ya en Nueva York, como los grandes. Y es que Chencho lleva camino de ser uno de ellos.
Tiene la obra repartida por diversas salas, mejor dicho habitaciones. Formatos distintos, técnicas distintas, ideas distintas y una creatividad que se le sale literalmente del cuadro. La verdad que es original, podría ser un buen grafitero porque le encanta el tema urbano, los spray, mancharse descaradamente y salir corriendo si llega la poli. Sabe cuál es su territorio, cuáles son sus leyes y como hipnotizar al público. Por esa razón sus cuadros no tienen título. Sus manchas y perfiles escapan del lienzo para correr libremente por el blanco de las paredes. Cambiaría la dimensión del lienzo por la amplitud de la pared. Y es tan creativo, tan original y tan atrevido, que estos días vendió un cuadro y utilizo el hueco de la pared pintando una nueva figura. Y defiende el cuidado de nuestro entorno, que ha reciclado viejas tablas de skate para convertirlas en obras de arte.
Eso sí, la temática está definida, la figura humana es su eje central. Y la interpretación que se haga de su obra, en muchas ocasiones viene con ciertas ayudas, porque muchas de sus obras lo tienen. “Ningún niño debería morir por una bomba”, homenaje silencioso a las muertes de Gaza. O ese otro que te invita a la reflexión, o a la denuncia de la enorme competitividad, o a la envidia como equipaje de futuro, “de mayor quiero ser mejor que tu”.
Chencho ha montado una exposición estética por encima de todo. En un Ayamonte plagado de exposiciones, la suya marca diferencias y originalidad.
Y es que pinta arriba y expone abajo. Ha hecho esta “colectiva” siendo su primera individual con ese título de ‘Tres mentiras en una verdad’, porque en la firma de su obra, se define como tres autores en una sola persona, Enolagain, el niño tiburón y Chencho. Hoy nos quedamos con Chencho Aguilera.