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El autobús

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Ahora que finaliza la liga nos encontramos un contraste con unos motivos muy dolorosos en nuestra bahía de Cádiz. Mientras el equipo de la capital, el Cádiz, toca con los dedos el ansiado ascenso a Segunda A, Racing Portuense y San Fernando han descendido a tercera y están rozando el abismo de su desaparición. Mientras una alegría contenida ya corre por los asientos del Carranza, la tristeza, la desesperación y la incertidumbre se asientan por el cemento y los asientos de Bahía Sur y el José del Cuvillo.
Centrándonos en lo nuestro, en nuestra misma ciudad, un puñado de banderas amarillas y azules del Cádiz ondean ya por algunas ventanas y azoteas mientras el club de El Puerto, el de aquí, el que es más antiguo que el propio Cádiz, se debate en la UVI entre la vida y la muerte en espera de una asamblea de socios que aporte soluciones y sorpresas. Y viendo cómo algunos de esos “portuenses cadistas” nos miran por encima del hombro riéndose de nuestro triste momento, nos acordamos de aquel autobús del Cádiz.
Aquel que tenía la desfachatez de ponerse a la entrada del José del Cuvillo a lavar cabezas ajenas, aquel que quitó espectadores de los pueblos cercanos aprovechando el mal momento que pasaban sus equipos, aquel que buscó la debilidad de un público descontento, aquel que supo ver y aprovechar el mal endémico que padecemos en la provincia de Cádiz que no es otro que apoyar siempre más a lo de fuera que a lo nuestro… cuánto daño hizo.
Maldito autobús y maldito su ideólogo. Ese autobús nos robó, aunque dentro de la legalidad, parte de nuestra gente, de nuestro patrimonio. Ese autobús logró que algunos se sintieran orgullosos de los éxitos del vecino ignorando los de su propia familia.
Consiguió que un gran puñado de portuenses no sintiera remordimientos mientras apoyaban al vecino rico, a pesar de que el pariente pobre se moría en la miseria más absoluta.
Esos mismos portuenses que otros años se escudaban en la diferencia de categorías de uno y otro club pero que este año tuvieron que buscar argumentos nuevos porque ambos clubes militaban en segunda B y se veían pasar los mismos equipos por los dos estadios, además de ser muchísimo mas caro ir a Carranza que al Cuvillo. Maldito autobús que paseó su falta de ética por toda la provincia. Lástima que ese autobús no se hubiera averiado antes de salir de Cortadura. Cuantos “provincianos” nos habríamos alegrado...

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