“Nadie es libre. Hasta los pájaros están encadenados al cielo. Yo no tengo esperanzas de futuro y solo espero tener suficientes botas para cambiarme…”. B. Dylan.
Antes, cuando parte de todo esto era campo, era más fácil identificar la situación ideológica de cada partido porque no entraban en juego conceptos actuales como centrar el discurso radical para pescar voto donde el vecino, entregar ramos de flores a la Blanca Paloma o participar en procesiones de Semana Santa a pesar de pertenecer a un partido laico o, más allá, echarse al centro con el modelo social porque ahí es donde circula el mayor porcentaje de voto a pesar de que la gomina, en física corpórea o metafórica, emborrone el pensamiento. Es decir, la ideología ha sido tan convenientemente moldeada por interés partidista que la izquierda y la derecha se cruzan y, a veces, confunden, al punto de alimentar ese cada día mayor porcentaje de voto que más que indeciso está, me parece, perplejo.
Antes era distinto, resultaba sencillo diferenciar a un rojo de un facha, agruparles a golpe de vista porque no había equívoco posible; hoy no, fenecido el espíritu de Suresnes y enterrada la chaqueta de pana, sepultados los abrigos loden y sin espacio para las banderitas de España en el reloj, los rojos se camuflan tras corbatas y los fachas van de hippies y, así, como la misma política, no hay quien se entere de quién es quién. A los partidos les cuesta definir su posición ideológica porque eso resta más que suma, y esto sucede en asuntos tan trascendentales como la política de pactos de cada uno posterior a urnas, la posición concreta en materia de soberanía nacional, monarquía o república, laicismo o religión. Ante lo cual, se pide el voto proponiendo una difusa posición ideológica, prometiendo lo que nunca se va a cumplir y, sobre todo, criticando al rival por todo sin reconocer jamás errores propios. El sistema político es rehén de sí mismo, conoce sus defectos, intuye los remedios, pero es incapaz de liberarse.
Promesas. Es tiempo de eso. De lo que uno y otros dicen que harán, no tanto de lo que dijeron que harían y nunca hicieron. Me ha dado por releer el largo discurso de investidura de Rajoy de hace cuatro años, para lo cual hay que tener un grado de perversión contra uno mismo importante, y claro que hay cosas que durante esta legislatura el PP ha medio hecho, pero tantas o más han quedado solo en buenas intenciones. Muy discutida su posición en cuanto a la reforma laboral pese a las exigencias de Europa, por no hablar de los interminables vueltas de tuerca al sistema educativo, nada se ha avanzado en acometer la necesaria reforma de la ley electoral, en abordar de manera firme la financiación a los partidos políticos, en modificar el calendario festivo anual en la idea de juntar días evitando gastos innecesarios o en reformar a fondo la administración local, reduciendo el número de concejales como prometieron, lo mismo que ayuntamientos y fomentando áreas metropolitanas, tanto como eliminando la duplicidad de empresas públicas y, en buena parte, todo pretende quedar solapado bajo un portal de la transparencia que en el caso estatal es claramente deficitario, mucho menos efectivo y claro que el puesto en práctica por la Junta. De todas, que no son pocas, el PP ha desaprovechado una oportunidad histórica de acometer con firmeza la necesaria reforma de la administración local, amparándose en que ha cerrado más de dos mil empresas públicas pero no diciendo que en la mayoría de los casos eran empresas sin funcionamiento y que, en otros, la disolución de estas ha sido absorbida por los ayuntamientos, ante lo cual es el mismo perro con distinto collar.
El ayuntamiento de Jerez, pongamos, ha disuelto sociedades por Ley ante su situación de quiebra, caso de Jecomusa, donde se integra Onda Jerez y con un coste superior a los cinco millones de euros anuales, integrando a todo su personal en el Ayuntamiento. Es lo que viene entendiéndose como hacer trampas, las hizo el gobierno anterior del PP y les da continuidad el actual del PSOE. Y ambos, ante esto, callan, mantienen una entidad altamente deficitaria, sin posibilidad de que deje de serlo y solo para el goce mediático del político de turno, pero quien lo paga es el ciudadano vía impuestos. No pasa solo en Jerez, claro está, es un mal endémico del sector, no hay cosa que más seduzca a un político que una cámara amiga para derramar discursos sin cortes.
En Jerez se ha conocido esta semana datos internos a través de su recién inaugurado portal de Transparencia que, dicho sea de paso, incorpora toda la información relevante en materia económica, contratos y sueldos de toda la plantilla, a falta de sumarse complementos de productividad a las retribuciones para comprobar cuánto gana, por ejemplo, un Policía Local -¿por qué no eliminar todas las productividades para que éstas sean exactamente eso, un premio a quien produce y no un método para pagar de más…?-. Pero sí aparece que un conductor o, más llamativo, un simple oficio como lavador de autobuses está retribuido por encima de los 40.000 euros anuales, lo que viene siendo una media de tres mil euros al mes. ¿Por qué? Sencillamente porque la administración local es prisionera de sí misma y de las innumerables huelgas que han hecho trabajadores que prestan un servicio básico obligatorio y ante las cuales los políticos siempre han cedido, produciendo situaciones como esta y mediante las cuales operarios están pagados por encima de directores de área. En según qué casos, cotiza mejor la huelga que la formación académica y vaya ejemplo que con ello se le da a generaciones próximas. Urbaser ha anunciado huelga para el próximo tres de enero, justo dos días antes de la cabalgata de Reyes Magos porque su plantilla busca un incremento de, nada menos, el veinte por ciento y utiliza el chantaje de no dar un servicio básico para que el político le suba el sueldo. Un salario que aún no aparece en este portal porque no se ha incorporado el de las concesionarias pero que lo hará para que el ciudadano conozca uno de los secretos mejor guardados y es cuánto gana un operario de la limpieza y, ya puestos, si es cierta esa rebaja salarial del veinte por ciento que aceptaron con el anterior gobierno para facilitar el pago de los intereses por el ICO, como aseguran. Que no lo es, por cierto.
En resumen. A una semana de las elecciones no tengo sensaciones de que las cosas hayan cambiado mucho, la verdad, quizás el tiempo modifique esta percepción. Y no digo que sea fácil, pero que en muchos campos se ha podido hacer mejor, con mayor rigor, mirando menos el retrovisor del coste electoral ante decisiones incómodas. Pero, claro está e insisto, el sistema es rehén de sí mismo y ante eso es muy difícil, casi imposible, cambiar determinadas cosas. En resumen, es más fácil prometer cambiarlo todo bajo la idea oculta y definitiva de que todo, al final, continúe igual.
Bomarzo
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Rehenes del sistema
Antes, cuando parte de todo esto era campo, era más fácil identificar la situación ideológica de cada partido porque no entraban en juego conceptos actuales como centrar el discurso radical para pescar voto
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