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Acento andaluz

“Sigo teniendo miedo”

Hay que reclamar que restablezcan la Ley de Memoria Histórica que aprobó el vilipendiado ex presidente Zapatero y derogó en la práctica el presidente Rajoy

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Soy nieto de un falangista, y también nieto y bisnieto de republicanos. Mi abuelo materno ‘muy falangista’, mis abuelos y, especialmente, mi bisabuelo paternos ‘muy republicanos’. El primero colaboró estrechamente con Primo de Rivera y participó en la fundación de la Falange Española. Mis ascendentes paternos, vecinos de Teba –‘Rusia la chica’, donde está la segunda fosa común más grande del país-, perseguidos por vivir en el único pueblo andaluz donde triunfó la revolución antifranquista.

Mi abuelo materno fue capturado y fusilado por los Milicianos antifascistas. Solo un milagro le salvó la vida. Recibió 7 impactos de bala en piernas y brazos con la suerte de que varios cadáveres lo cubrieron y que al guardián que efectuaba los tiros de gracia se le encasquilló la pistola. Casi al mismo tiempo, mi bisabuelo paterno era asesinado por los Nacionales mientras mis abuelos malagueños sorteaban las bombas y el hambre huyendo del asedio franquista dirigido por el sanguinario Queipo de Llano –cuyos restos siguen descansando en la Basílica de la Macarena para vergüenza del Arzobispado de Sevilla-. Otro milagro evitó que no fueran víctimas de la masacre fascista en la carretera Málaga-Almería, escenario de ‘La Desbandá’ o huida masiva de republicanos.

Nunca he escondido esta dicotomía familiar pero tampoco la he aireado. Ahora sí lo creo necesario para que se entienda que esta columna no nace de ningún ánimo revanchista sino del escalofrío que sentí el pasado jueves en ‘Acento Andaluz’ de Ondaluz Tv cuando el dramaturgo Salvador Távora confesó que sigue sintiendo miedo. Uno de nuestros artistas más universales, que desafió la censura franquista, admitía que aún no se ha desprendido del terror que le acompañó en cada obra de su prolífica carrera.

Sentí un latigazo interior porque me recordó a mi abuela paterna Lola, quien rezumaba un miedo que yo era incapaz de percibir cuando me repetía machaconamente que me cuidara y que comiera. Con Távora he terminado de entender su universo de fantasmas. Este relato familiar imperfecto, que estaba arrinconado en mi memoria, resucitó con el miedo del creador de ‘Quejío’ y me situó ante la enésima razón para reclamar que restablezcan la Ley de Memoria Histórica que aprobó el vilipendiado ex presidente Zapatero y derogó en la práctica el presidente Rajoy al dejarla sin presupuestos.

Sólo así Távora tendrá una última oportunidad de dejar de tener miedo. El miedo que acompañó a mi abuela hasta que la memoria le abandonó, poco antes de fallecer. Un tipo de miedo que no creo que atormentase a mi abuelo falangista en sus últimos días.

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