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El jardín de Bomarzo

El silencio de todos

Hombres que callan lo que piensan porque enseguida un ejército se les viene encima al grito de machista

Publicado: 12/04/2019 ·
14:36
· Actualizado: 12/04/2019 · 14:36
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Bomarzo

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El jardín de Bomarzo

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Ser políticamente correcto está de moda. Hay asuntos que todos conocemos y por norma tapamos bajo un manto de silencio colectivo, por corporativismo de género o ante el temor a ser inmediatamente acusados por una sociedad muy dispuesta a señalar. Hombres que callan lo que piensan porque enseguida un ejército se les viene encima al grito de machista.

No es discutible la lacra que representa la violencia de género y la necesidad de actuar con firmeza, rotundidad y dureza contra ella, sea de género o de cualquier otro tipo, pero paralelamente resulta inquietante la indefensión de hombres que pueden ser denunciados sin más por mujeres sin escrúpulos, que a veces usan lo que no debieran para medrar, manipular, vengarse o simplemente sentirse con poder para  jugar con sus presas masculinas y, si es necesario, inventar unos hechos porque la Ley las protege y en su mentirosa acusación no hay riesgo. La justicia, aún, no actúa contra este ya denominado acoso femenino. Porque ser mujer no es sinónimo de ser buena persona, como ser hombre tampoco te convierte en esclavo del pene y, por tanto, en un acosador en potencia. Necesario es proteger a la mujer de agresores, con todos los mecanismos sociales y culturales que se pueda, pero esta ineludible necesidad de protección no puede llevar a dejar al hombre honrado desprotegido, que es a lo que nos estamos encaminando.  

La manera de relacionarse entre hombres y mujeres está cambiando de manera radical, solo el tiempo dirá si para mejor. A modo de ejemplo, P es un ejecutivo de una multinacional que recientemente ha puesto en funcionamiento, explica, un departamento específico e independiente bajo el rótulo Código Ético y de Conducta al que cualquier trabajador de dicha empresa se puede dirigir para denunciar, entre otras cosas, situaciones de acoso laboral y, asegura, casi el cien por cien de las registradas son de mujeres hacia hombres que al final son archivadas: "Jamás me reúno a solas en mi despacho con una mujer, así evito problemas...", dice -"esto no lo repetiré en ninguna otra parte", añade- en un encuentro donde otros dos hombres a la mesa asienten en silencio y la única mujer presente asegura entenderlo: "lamento mucho que los hombres estén empezando a actuar así...", afirma ella. Según datos que circulan con más o menos fiabilidad, el 87 por ciento de las denuncias por violencia de género son archivadas por falta de pruebas, se supone que el dato agrupa a las que no se han podido demostrar y a aquellas que son falsas. En Google podemos encontrar con facilidad cientos de absoluciones a presuntos acosadores, sentencias que en muchos casos llegan muy tarde porque la reparación de la honestidad y dignidad ya resulta lo de menos tras haber sufrido un linchamiento y el derrumbe de la vida personal, familiar y laboral. Nadie ni nada reparará el daño sufrido a estos hombres. Que hay hombres desaprensivos, canallas, delincuentes y acosadores es un hecho, pero es inaceptable que se pretenda crear un estado de opinión de que este tipo de ser masculino es mayoría en su género. Al igual que es inaceptable que nos pretendan convencer de que en el femenino no existen mujeres desaprensivas, de baja moral, delincuentes y acosadoras. Las hay, a la vista están sobre todo para otras mujeres que son las primeras en reconocerlas, también en protegerlas con un silencio cómplice. En un asunto de presunto acoso, sin pruebas, ante la disparidad de versiones, desde el minuto cero el sistema y la sociedad se pone del lado de la mujer y la presunción de inocencia no existe para el hombre. 

Casos hay de mujeres sin escrúpulos como las que juegan con sus atributos ante el hombre del que pueden conseguir algún interés, en un acoso continuo más o menos sutil. Casos hay de denuncias falsas contra hombres, por venganza ante sus objetivos no conseguidos o por cualquier conflicto no resuelto. Casos hay de mujeres que juran hacerle la vida imposible a su ex pareja y fácilmente lo consiguen simplemente denunciando acosos inexistentes. Y también las hay que llegan a inventarse historias de atracción obsesiva, desfigurando la integridad moral del hombre e incluso provocando que de la nada se cree una inexistente historia escabrosa, a riesgo de provocar daños personales y familiares, sabedoras de la impunidad con la que actúan. En todas estas situaciones el hombre siempre lleva las de perder y suele callar, por condición genética y porque sabe que si cuenta muchos pensarán que "algo de verdad habrá....", aunque no lo haya.   

El Estado de Derecho es tan maleable por los políticos y grupos de presión que decae ante el peso del listado de situaciones políticamente correctas. Con un presunto acosador masculino no hay presunción de inocencia, no hay plazo de espera prudente hasta la emisión de sentencia, la condena política y social se impone arrasando con todo sin la más mínima mesura. Aunque no haya pruebas y sólo la palabra de la presunta víctima, no hay tregua, verbalizar "presunto acosador" implica activar la condena sin fallo aún del juzgador. Y en esto los partidos políticos colaboran y mucho cuando el presunto es político, el Estado de Derecho resulta olvidado ante la imperiosa necesidad de que nadie vaya a tener duda de que el partido es ejemplar ante la violencia de género, porque en este asunto la sentencia importante no parece ser la del juez, sino la social. Dos casos en los que la vara política de medir  sorprende esta misma semana son, uno, el del alcalde de El Puerto David de la Encina, que manda un escrito a su jefa donde le pide cobrar sin trabajar durante ocho meses porque va a ser candidato por el PSOE por esta localidad y que, al salir a la luz, reconoce su autoría explicándose en que en realidad lo que pedía era "flexibilidad" laboral; ante este hecho, el PSOE no solo no ha actuado sino que ha refrendado su candidatura con la presencia en el primer acto público posterior del ex vicepresidente de la Junta Manuel Jiménez Barrios y en ningún caso ha abierto ningún procedimiento interno para determinar si los hechos son constitutivos de alguna sanción. Mientras, el ya ex delegado de alcaldía de Las Pachecas en Jerez fue cesado de manera fulminante y suspendido de militancia por este mismo partido ante la denuncia de una empleada en un programa de ayuda a la contratación de desempleados en tareas de limpieza, que asegura que este "le tocaba el pelo, la camiseta y la cara" y le mandaba washapp diciéndole "guapa". Él niega que en ningún momento tuviese una actitud de acoso hacia la denunciante, incluso la bloqueó en la red social. Su imagen ha sido publicada por los medios y nadie ya prácticamente duda que sea un violador en potencia porque la presunción de inocencia no existe para él, con el añadido drama familiar que atraviesa. 

La situación que viven la mayoría de hombres que no son acosadores es el producto de la historia de siglos de trato discriminatorio, vejatorio y desprotegido de la mujer, de casos de hombres indeseables o de otros que, tal vez fruto de su fragilidad mental e inseguridad manifiesta, practicaron abusos laborales y/o sexuales, algunos y no pocos desgraciadamente lo siguen haciendo hoy, violencia física o sexual contra mujeres y ante ellos la justicia debe ser extremadamente implacable y dura. Pero eso no justifica, ampara ni a nadie da derecho a hacer una denuncia falsa contra un hombre inocente y que la sociedad no le proteja. Muchos padres y madres de niñas viven con miedo por temor a posibles agresores, pero también madres y padres de chicos empiezan a sufrir el temor de que sus hijos pasen por el calabozo al caer en las redes de alguna chica desaprensiva. La Ley nos debe proteger a todos por igual, ser inflexible ante el acosador y serlo también con la mentirosa acosadora, va siendo hora de romper el silencio de todos y llamar las cosas por su nombre sin miedo a ser políticamente incorrectos.

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