"¿Se puede entrar sin mascarilla?”, pregunta Ignacio, de 68 años, al vigilante de seguridad que hay a la entrada de una gran superficie, que asiente sin pensárselo. Va con su esposa, que sí la lleva. No lo ha hecho a posta. Más bien ha sido un despiste que coincidía con la
supresión del carácter obligatorio de este símbolo de la pandemia 700 días después.
“No la llevo porque se me ha olvidado en casa”, reconoce a Viva Jerez. No le había pasado antes. Es casi la una de la tarde y él junto a otro chico de mediana edad son los únicos que no llevan puesto el cubrebocas entre los aproximadamente 50 clientes que realizan sus compras en ese momento. Ni se siente observado ni agobiado. Al contrario. “Me siento mucho mejor, el bozal no me ha gustado nunca. Pero es verdad que esto no se ha acabado; hay que aprender a vivir con el virus y aunque esté permitido entrar sin mascarilla me la voy a seguir poniendo, al menos todavía un tiempo, por simple precaución”. Guillermo, empleado de otra tienda cercana, hace cola en la caja. En ese momento es junto a Ignacio el único cliente que luce sonrisa. Lo tenía claro desde que dieron las doce de la noche de ayer. “Yo voy a mi historia en la vida, quien se la quiera poner, que se la ponga, pero trabajo de noche y cuando dieron las doce me la quité; estoy mucho más a gusto así”.
Allí eran la excepción, pero a medida que avanzaba la jornada y los clientes confirmaban que ya era oficial,
empezaban a verse más caras al descubierto, especialmente entre los más jóvenes. Así ocurría en la galería del centro comercial Área Sur y dentro de las tiendas, aunque
el público con mascarilla ganara por goleada. Todos, en cualquier caso, la llevaban a mano, por si tenían que recurrir a ella de emergencia. Los mayores, no obstante, siguen con la mascarilla puesta incluso paseando por la calle, prefieren ser cautos, al igual que los camareros de determinados negocios, a fin de transmitir confianza a toda la clientela.
Entre los
empleados de grandes superficies y de los negocios, aunque pueden elegir,
optaban mayoritariamente por seguir con mascarilla. “Yo me la voy a seguir poniendo, por lo menos hasta que pasen estas semanas y la Feria; esto irá poco a poco. No es un sitio que está ventilado, el cliente va a comprar media hora por ejemplo pero nosotros estamos muchísimas horas allí”, comenta una cajera.
En la
Plaza de Abastos abundaban las mascarillas, pero entre la clientela y no tanto entre los vendedores. Y
en el ámbito escolar ya no hay dudas. Los
centros estaban aguardando indicaciones sobre qué hacer y la Consejería de Educación remitió las esperadas instrucciones: el uso de la mascarilla en interiores ya
“no se contempla como obligatorio en los centros; solo será obligatoria en el transporte escolar colectivo a partir de 6 años, y recomendable de 3 a 5 años”.
No obstante, desde la Junta se recalca que hay que mantener el objetivo fundamental de “
ofrecer un entorno escolar seguro al alumnado y a los profesionales, manteniendo las medidas de prevención, protección, y vigilancia de la salud”. El propio consejero de Salud, Jesús Aguirre aprovechaba para pedir prudencia,
tras admitir cierta “confusión” en la jornada. A la salida de los colegios muchos padres se despojaban de la mascarilla, mientras sus hijos salían del patio con ella. Una imagen que a partir de este jueves desaparecerá, aunque de forma progresiva. De hecho, en esta jornada, se han visto todavía a escolares con la mascarilla puesta incluso en el recreo.