Ocurre, en ocasiones, que la lectura de un poemario trae de vuelta a la memoria el eco de la pureza disuelta en el pasado. Porque a cada paso, a cada verso, se puede atrapar un latido que escapa del laberinto del corazón. Y, precisamente así, van pasando las cosas y las páginas que albergan “Cuando el tiempo” (Los Libros de la Frontera. Col. El Bardo. Córdoba, 2024), el tercer libro de Ginés Reche.
El poeta orialeño ha articulado una obra que no se limita a la simple evocación del sentimiento humano, sino que anhela transitar las fronteras del ser, indagar en la dimensión que traspasa lo cotidiano. Y lo hace con un verso dúctil, grato, generador de un discurso que amalgama hondos interrogantes, vivencias palpables, esperanzado mañana: “También en esta primavera,/ pájaros,/ que vuelan de tus ojos./ Unos rayos de sol/ cruzarán los cristales/ atraerte verano./ Viviré en tu estación de otoño,/ invernaré en tus brazos”.
Dividido en tres apartados, “Cuando el tiempo”, Cuando el amor”, “Cuando la vida”, el volumen se abriga en un espacio común, íntimo, que entrelaza sabiamente las secuencias de un afán de plenitud. Ginés Reche sabe que la eternidad de cada instante se halla en la intensidad de los momentos vividos y que la fragilidad de lo efímero es, al cabo, una revelación para que cada cual pueda enfrentarse a la paradoja de los días finitos: “El suspiro fugaz,/ el pájaro,/ el permanente instante/ que humedece a los árboles,/ y añade a nuestra piel/ hierba mojada:/ Te detengo en la lluvia”.
Ya en su primer poemario, “Huésped extraño”, se advertía el deseo de enunciar su relación con el mundo que giraba en derredor y de sintetizar las respuestas a cada experiencia. Aquí y ahora, ese yo no necesita ya desdoblarse -como antaño- para alcanzar su dicha, pues sabe que habita a su lado: “Porque vivir en ti/ es mi muerte perfecta”.
Anota en su prólogo Francisco Domeneque el lector está ante un libro “confesional y autobiográfico”y, en el cual, se integran también, “el deseo que nos hace humanos, el amor y su luminosa paranoia y la percepción de transitoriedad”. Y todo ello, a través de una “mirada íntegra y agradecida”, de una “palabra llena de sentido común, de madurez, de inteligencia”. La lectura de estos versos afianza, sin duda, tales consideraciones y confirman la voz de un poeta que sabe cómo moldear y modelar lo intangible y lo omnipresente, y es capaz de expandir la lógica y la relevancia de su vívido verso: “Como la sombra de una vida,/ como un invierno y su intemperie,/ como este vaso roto por la escarcha/ en cada poro,/ ahora, ya contigo,/ estamos en las páginas/ de este libro en blanco”.
En su epílogo, incide Antonio Carvajal en la triple llama de Ginés Reche, “consonando en vida, afirmándose en la luz de la conciencia del tiempo y en la verdad del amor”. Una llama, en suma, que alumbra un muy bello poemario que invita a comprender, aun mejor, los límites de la existencia: “Nacer, crecer y estar/ contigo,/ morir”.