Hay dos figuras políticas no independentistas que han destacado en la crisis catalana, una es Borrell que ha tenido el discurso más coherente para encabezar las manifestaciones anti separación y que no tiene partido que liderar y la otra es Arrimadas. Esta señora se ha granjeado más simpatías que Rajoy entre los votantes españoles y en el ámbito catalán ha demostrado ser una figura política sobresaliente capaz de liderar los votos de centro derecha.
Este importante doble salto mortal de ser más de derecha que la derecha de Rajoy y menos de derechas y más de centro en Cataluña inmediatamente lo está capitalizando Albert Ribera como si fuera el hombre del saco, intentando recoger votos a diestro y siniestro.
Siniestra resulta la forma en que cuestiona el cupo vasco, porque no lo hace por la equidad y la transparencia sino por intereses partidistas. Él no tiene votantes en el País Vasco, el único que necesita a los nacionalistas vascos es Rajoy que no podrá seguir en el poder sin su apoyo.
El hombre del saco tradicionalmente está basado en el mito del que te rapta para llevarte lejos, fuera de tu zona de confort a un lugar desconocido. Creo que nadie quiere conocer lo que pasaría si se le cuestionara a los vascos su cupo.
Los padres de la Constitución del setenta y ocho lo tuvieron claro, también todos los presidentes que han gobernado hasta ahora fueran del PP o del PSOE. Jugar ahora a “los vascos nos roban” sólo para conseguir más votantes gracias a que el nacionalismo español está en alza puede resultar muy peligroso.
A los independentistas catalanes les encantaría que se encendiera esa mecha en Euskadi, los tendrían junto a ellos, para hacer más fuerza y justificarse mejor aquí y en Europa. Recapitulando el envite empezó así: el gobierno de la Generalitat quería para Cataluña los mismos privilegios que disfruta el gobierno vasco y el gobierno central y la mayoría de los partidos no estaban por permitir más excepciones. Entonces los nacionalistas catalanes amenazaron por ir por las bravas por la independencia, lo que empezó siendo un farol nos ha llevado a la situación actual. Ahora tenemos un escenario bien complicado del que ojalá salgamos bien después de las elecciones catalanas. Visto lo visto, sería deseable que nuestros políticos dejaran de jugar al mus, no necesitamos más exaltaciones vengan de donde vengan.