La Semana Santa de 2020 no ha dejado ni siquiera la nostalgia propia del final de algo que se espera durante todo un año.
Al contrario, apenas se inició los cofrades parecían ansiar ya la llegada del Viernes Santo para liberarse de una inédita pesadilla que les ha impedido no sólo el reencuentro con las imágenes, los ritos y los lugares de costumbre, sino incluso con los propios hermanos.
Y es quizá en este último punto en el que más se ha incidido en los últimos días. Quienes hablan desde el más absoluto desconocimiento del mundo de las cofradías establecieron en las vísperas un paralelismo entre la Semana Santa de 2020 y alguna otra plena de lluvia y ausencia de procesiones en la calle.
Nada más lejos de la realidad, porque en esta ocasión lo realmente duro para el cofrade ha sido precisamente verse privado de ese reencuentro con sus hermanos y de la libertad para visitar templos y rincones de una ciudad que ha presentado una imagen fantasmagórica.
Los días han ido transcurriendo sin que la ropa se haya visto impregnada del aroma del incienso, sin programas de mano en los bolsillos.
En las paredes del centro no se han dibujado sombras de capirotes ni cruces y sobre el empedrado de las calles no han quedado restos de pétalos y cera. Las tardes han caído una tras otra sobre una ciudad adormecida.
Las hermandades han tratado de cubrir este vacío recurriendo a la frialdad de las redes sociales, emitiendo eucaristías por sus canales telemáticos y fantaseando con el recuerdo de presencias en la calle que forman parte de su historia, alimentando la falsa ilusión de que todo transcurría según lo previsto.
El obispo de Asidonia-Jerez, José Mazuelos, ha rezado personalmente ante la mayoría de las imágenes titulares de las cofradías que debían haber hecho estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral.
Lo ha hecho en una soledad absoluta a la que únicamente se ha sumado el presidente del Consejo local de la Unión de Hermandades, Dionisio Díaz, y un operador de cámara que permitía que esas escenas del interior de los templos llegaran a los cofrades de cada una de esas corporaciones.
Al menos durante unos minutos han tenido ocasión de acercarse a las imágenes a través de la pequeña pantalla gracias a la difusión de esos vídeos a través de la programación especial de 7 TV Jerez, que es el único canal que ha ofrecido a sus telespectadores la Semana Santa de 2020.
El interior y exterior de los templos, entrevistas y conexiones en directo con los hermanos mayores de todas las cofradías, recorridos en vivo por los barrios y los puntos más significativos de los itinerarios han sido estos días el sustento de una programación que pasará a la historia y que ha permitido pulverizar todos los registros de esta cadena.
No hay cofrade que no sueñe con una Semana Santa eterna, con levantarse una y otra vez sin que avancen las hojas del calendario.
No hay cofrade que no anhele disfrutar del extraño privilegio de abrir los ojos a un mismo día: ese que se marca en rojo en el almanaque en cuanto pasa la Pascua y toca mirar hacia un futuro que entonces parece casi inalcanzable.
La Semana Santa se escapa año tras año entre las manos, en un suspiro. Apenas se presiente cuando ya se ha ido.
Pero en esta ocasión ese sueño particular se ha tornado en pesadilla colectiva.
Ha sido como si los cofrades jerezanos fueran condenados cada mañana a vivir en una Semana Santa eterna de templos cerrados y calles solitarias.
Puede decirse incluso que el momento de mayor satisfacción se produjo a media tarde del Jueves Santo, cuando la lluvia se hizo presente en buena parte de la ciudad y singularmente en el centro.
Apenas fue un rato, pero el suficiente para que alguna cofradía se hubiera quedado en casa sin necesidad de que mediara ninguna pandemia.
Se llegó al Viernes Santo sin la resaca de una Madrugada que esta vez sí que hizo honor a ese apelativo de “los grandes silencios” al que en ocasiones han recurrido pregoneros y narradores.
Y el Cristo de la Expiración no se hizo presente en las calles de Jerez por primera vez desde 1936, un año en el que también se prohibió la salida de las cofradías, aunque por motivos bien distintos a los que ahora han justificado este confinamiento.
Un año bisiesto y con idéntico calendario al de 2020, tanto que la Semana Santa se iniciaba también el domingo 5 de abril. Los cristianos celebran ya la Pascua de Resurrección.
Tradicionalmente los cofrades entremezclan sensaciones, pero esta vez no es así, porque esta inédita Semana Santa de 2020 ni siquiera ha dejado un punto de nostalgia.
Los cofrades sí salieron a la calle, pero para ayudar a los desfavorecidos
La ausencia de hermandades en la calle no ha impedido que cientos de cofrades hayan salido diariamente desde primeras horas de la mañana para auxiliar a cientos de desfavorecidos cuyas necesidades han aflorado coincidiendo con la pandemia.
Un bodegón de la plaza de Silos se ha convertido en base de este movimiento que durante toda la semana han apoyado tanto el obispo como el presidente del Consejo, que ha agradecido igualmente las oraciones del prelado ante los titulares en sus respectivos templos.