El maestro Burgos

Publicado: 20/12/2023
Autor

Rosa G. Perea

Rosa G. Perea es escritora. Es cofundadora del Club de Lectura del Ateneo de Sevilla y editora en Almuzara

La Gatera

Como escritora, editora y colaboradora en medios de comunicación, Rosa G. Perea habla de todo, predominando la cultura

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Hace muchos años, mientras veía Canal Sur, me indigné al presenciar a periodistas que no eran andaluces burlándose de un famosillo. No era por sus aventuras...
Hace muchos años, mientras veía Canal Sur, me indigné al presenciar a periodistas que no eran andaluces burlándose de un famosillo. No era por sus aventuras amorosas, sino por sus declaraciones, que se pronunciaban con ese hermoso ceceo característico de la sierra de Cádiz. Donde esos señores veían a un cateto, yo vislumbraba una de las facetas de ese poliedro mágico que es el andaluz. Mi indignación me llevó a escribir una carta a Canal Sur, lamentablemente, nunca recibí respuesta. Como último recurso, mi hermana Mari Carmen, andalucista convencida, decidió que era mejor escribir al maestro Burgos, quien en aquel entonces desplegaba su ingenio en las Puntas del Diamante. El maestro Burgos tomó mi queja y, como siempre hacía, convirtió lo ordinario en extraordinario con su magia e hizo un artículo demoledor con esa ironía fina y hermosamente cruel. Aquí es donde todo comenzó.

Nosotras estábamos recién adoptadas por nuestros gatos, él por el majestuoso Remo, y mi hermana Esperanza por Nía a la que buscó el maestro en aquellos foros gatunos que frecuentaba. Y poco a poco nos convertimos nosotras en la Banda gatuna del Este, y ellos (Antonio y esa bellísima sonrisa de bondad que es Isabel) en la Banda gatuna del Arenal. Y así pasaron a la posteridad en aquellos gatos sin fronteras.

Son innumerables los regalos de amistad que he recibido estos años. Discreto aliento en los malos momentos, alegría en los mejores, pero sobre todo el gran privilegio de sus consejos: “niña, que siempre te echen de menos, nunca de más”. Y amigos, amigos que venían de su mano para quedarse a vivir en mi alma. Mi querido Manolo Grosso, nuestra Bego…

Antonio Burgos es un auténtico genio, y así me lo expresó Manuel Pimentel cuando me llamó hace un rato, lleno de consternación, por la noticia. Y es una verdad incuestionable, un genio en el presente. Desde aquel joven poemario titulado "Palabras en el Vacío", que conservo con devoción desde que él tuvo la amabilidad de regalármelo, hasta la última línea que ha plasmado en papel, su genialidad siempre está presente. Cuando estábamos preparando su antología sobre la Semana Santa, reconozco que cada texto me parecía que era la primera vez que lo acariciaban mis ojos, porque los buenos escritos no están hechos de jabón y no se desgastan con el manoseo, como decía él.

El teclado se me antoja frío, muy frío, porque sé que esto que escribo no es lo mejor que he escrito en mi vida, posiblemente sea lo peor. Pero es que el dolor es así, sutil y paralizador cuando hablas de una de las personas que han construido parte del paisaje de tu vida.

Maestro, Antonio, jefe de la banda gatuna del arenal, amigo, que la tierra te sea leve. Esto se queda muy huérfano sin ti. Y a mí se me ha ido mi mentor. Besos y topas.

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