Dios es amor. Un verdadero soplo de vida cuando crees que pereces. Es caridad y auxilio cuando gritas su nombre. Es sacrificio del hombre que vino a nacer en Sevilla para definir la pasión de Dios.
¿No lo conoces? ¿Jamás lo has visto caminar sobre la grisácea tierra a la que apunta su mirada? Nunca es tarde. Tranquilo. Acude a los evangelios para descubrir sus hazañas, pero a los evangelios del hoy, del presente. De los que narran el aquí y ahora. Esos que cuentan las últimas cenas de los pobres y las sentencias de los presos. De aquel mendigo que fallece en el desierto de la vida y de los mercaderes que intentan quebrantar a diario nuestra fe.
El ventajismo suena, pero lo cierto es que tiene razones de peso para que exista. Y no por ello siempre hay que esconder lo que hace tu mano izquierda, sobre todo si viene a servir y a escribir nuevos párrafos de los evangelios de nuestros días.
Así, el último capítulo comienza por el penúltimo empleo en forma de milagro de los cristianos del hoy. Nace en la pasión de Dios, en las entrañas del Salvador, en la Fundación Asistencial de Nuestro Padre Jesús de la Pasión desde donde se ha intentado paliar la necesidad de 1.110 personas y 56 entidades sociales entre 65 voluntarios que se han remangado las camisas sin buscar nada a cambio y con el servicio al prójimo como el mayor premio a percibir. 201.370 euros que conforman el tesoro de un valor inmensamente superior al económico, porque con ese granito de arena que uno a uno ha ido volcando sobre las arcas de la caridad se ha trazado una gigantesca playa en la que se ha dado cobijo a tantos que requieren una mano en los momentos más duros.
Ese es el Evangelio. El que cada Jueves Santo camina para darse a conocer por la ciudad de los milagros y el que se lee día a día tras la reja de un plateresco altar. Es una hermandad. Sólo una entre 123 que sólo aquí intentan dar todo su ser por la caridad de Dios. Así que no le busquen una causa del porqué, sino una razón para unirse a tan noble causa donde los peros no valgan.
Por algo decimos que Montañés dejó al Dios de la madera anclado en Sevilla. Por tal creemos que no es una formal casualidad. Es, sencillamente, la causalidad de sentirnos partícipes, desde nuestra más pulcra humildad, de un evangelio que nunca terminó de escribirse y que perdurará toda una eternidad. “Deus caritas est”.
