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Lo que queda del día

Las respuestas evidentes

Todo queda reducido a lo mismo, a las disputas bipartidistas, que es lo que sirve de sustento al sistema por sí mismo. ¿Un modelo de ciudad? Mejor que sean dos

Hay problemas que se resuelven con una ecuación y dilemas que lo hacen con una historia. Lo cuenta uno de los protagonistas de Fargo 2 cuando el sheriff le interpela por el enfrentamiento entre dos bandas: “Un hombre trabaja en una fábrica. Un día, a su jefe se le mete en la cabeza que le está robando, y todas las noches, en la puerta, los guardias rebuscan en su carretilla si se ha llevado algo, pero nunca encuentran nada. Lo cachean, lo dejan desnudo, y nada”. “Entonces, no era cierto. Ese hombre no robaba”, concluye otro agente. “Claro que sí”, responde el narrador. Hace una pausa y concluye: “Carretillas. Estaba robando las carretillas. Lo que trato de decir es que a veces la respuesta es tan evidente que no la ves porque estás buscando más allá”.

Falta menos de un mes para las elecciones generales y han pasado casi seis meses desde las municipales. Seguimos inmersos en un obligado periodo de entre-urnas plagado de dilemas. Y, pese a las evidencias, seguimos buscando respuestas más allá, cuando todo es tan evidente. Cíñanse a las excusas, cíñanse a los debates, cíñanse a los problemas o cíñanse a los titulares, y comproborán que sí, que todo es tan evidente que en cualquier hora y lugar encontrarán a alguien provocando un ejercicio de distracción que nos haga mirar hacia el lado contrario.

El  ejercicio de distracción más evidente lo encontramos en la televisión, dónde si no. Pero no en los informativos, sino en los programas de entretenimiento. No sé si la culpa la tuvo Pedro Sánchez el día que intervino en Sálvame -no confundir con Salvados-, pero desde entonces se ha producido toda una ofensiva por colar en prime time a los líderes políticos como si promocionaran un disco o una película en vez de un programa electoral. Incluso si no promocionan nada, la idea es trasladar una imagen más cercana, más coloquial al espectador, aunque nos falte el feedback que determine si realmente están al tanto de nuestros problemas o el que les sigue preocupando es el suyo, el de siempre: ostentar el poder.

En Jerez también suceden cosas muy evidentes. Lo sabemos porque siempre nos dan las dos mismas respuestas: las que hay que buscar en el pasado, en la herencia, en el desastre, en la irresponsabilidad; y las que hay que buscar en el futuro, en la deriva, en la incoherencia, en la ruina. Interpretaciones tan inexactas como interesadas del ahora mismo, por no incurrir en lo evidente. Cojan cualquier asunto de actualidad: el alumbrado navideño, la elección de la nueva gerente de Emuvijesa, la disolución de la Fundación del Teatro Villamarta, la pista de hielo, la readmisión de los afectados por el ERE, la gestión pública del agua en las pedanías... y verán como todo queda reducido a lo mismo, a las disputas bipartidistas, que es lo que sirve de sustento al sistema por sí mismo. ¿Un modelo de ciudad? Mejor que sean dos, que es lo más evidente.

No sólo se obvia lo evidente, sino que nos hemos acostumbrado a no llamar a las cosas por su nombre o a tratarlas en función de su envoltorio. En El grito en el cielo, la obra representada este viernes por La Zaranda en el Villamarta, uno de los residentes en el geriátrico en el que se ambienta la trama asume, definitivamente, la realidad de la situación: “Esto no es una residencia, es la antesala de la muerte”. La frase, por desgracia, puede adquirir tintes premonitorios si encuentra acomodo en el patio de butacas del teatro, que aún aspira a mantener el “fulgor de estrellas” de la inmensidad de su telón porque la esperanza, como la de los personajes de la citada obra, es lo último que se pierde o lo único que nos mantiene con vida.

Será que la cultura es de esas cosas que nos hemos acostumbrado a llamar de otra forma o a tratarla en función de su envoltorio: el éxito de Ocho apellidos catalanes es la respuesta concluyente a ese dilema -y mira que hemos podido aprovechar la coyuntura de Francia para pedir que nos parezcamos en más cosas-.

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