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La inflación condena a los quioscos de Málaga... y los niños ya no compran chuches

Ya pueden vender hasta entradas de cine, pero la competencia de otros comercios, sumado al alza de los precios y la baja clientela hace que muchos cierren

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El sector del quiosco en Málaga está en peligro de extinción. Los trabajadores llevan años perdiendo clientela por la competencia de otros comercios, como los Todo a cien, que ofrecen desde ropa hasta comida y alcohol. La pandemia terminó de dar la puntilla y muchos de ellos tuvieron que cerrar. Ahora, la inflación también les afecta.

Esperan que el verano traiga más ventas. “En las dos últimas semanas está la cosa más animadilla, vamos a ver si va creciendo”, desea Ana María Villalta, 30 años como quiosquera. En el paseo marítimo lleva diez. Ha notado un bajón preocupante de la clientela.

Para paliar esta situación, el Ayuntamiento de Málaga ha sacado una nueva ordenanza para permitir la venta de café frío y caliente, paquetería, bonos de transportes públicos, entradas de cine, fotocopias, helado artesano o incluso cajeros automáticos. Cada quiosco añade lo que puede y le interesa.

Yolanda Hernández, dueña de un quiosco del barrio de La Luz, reconoce que ha estudiado la medida y que esas posibilidsdes no funcionan tan bien en el barrio. Sí ha añadido venta de lotería, punto de paquetería y poco más. Algunas trabajadoras como Francisca Luque sí han añadido café frío y caliente, granizadas y otros nuevos productos. Los hay que venden hasta sombrillas y gorras. Todo sea por rascar algo más.

La inflación, la crisis de la prensa escrita, la diversificación de comercios.. todo afecta en este sector que hace años que lleva desangrándose. Ya han cerrado un centenar de quioscos y, de momento, se mantienen con vida unos 260 en Málaga. “He subido algunas cosillas, pero otras he acabado bajándolas porque en el chino de enfrente están más baratas”, cuenta Luque.

Sacrificio mileurista

¿Cómo es la vida detrás del mostrador? Paciencia, poco descanso y muchas horas de trabajo para llegar a fin de mes. Sea en un barrio, sea en el centro histórico o en el paseo. Un trabajo muy sacrificado, cuentan en primera persona. “Tengo una nómina de 1.000 ó 1.100 euros, pero a eso quítale la luz, los impuestos y la cuota de autónomo, que son 300 euros. Al final te quedas con 500 euros. Y tienes que seguir invirtiendo”, explica Yolanda.

Vacaciones, pocas. Se trabaja de lunes a lunes, si es necesario. Es lo que hará Ana María estos meses “más fuertecillos” por el verano. Abre de 12:00 a 22:00 horas, pero cuando era más joven “echaba 14 horas”.

La sociedad cambia y eso también se mira a través del quiosco. Yolanda se pregunta ¿dónde están los niños? Lo que menos vende son chuches. En la plaza Larita del barrio de La Luz, los jóvenes ya no acuden tanto al parque. Denuncia el mal estado y la pésima limpieza de la zona. Los clientes son fijos. 

En el paseo marítimo hay más vida, en los barrios hay más obstáculos. “Suben las chucherías cada dos por tres. Hay gente que viene y te dice que le faltan 10 céntimos. Y tienes que ponerlo de tu bolsillo, porque ¿les vas a decir que no?”. Al sector quiosquero no le queda otra que resistir, renovarse y no morir.

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