María Deseada (Desiré) Santiago García vive desde hace
siete años en un modesto piso de una sola habitación de la calle Melgarejo de Lagunillas. Y lo hace, después de un
divorcio y de sufrir, en relaciones posteriores,
violencia de género, con su hija
Yurima de 18 años y con su
pequeño Jordan de 10, ahora además, con la amenaza de tener que
entregar antes del día 18 de marzo las llaves del pequeño piso del Instituto Municipal de la Vivienda (que ahora vive con anfgustia porque le reclaman que lo deje libre), donde logró acomodo hace siete años, con si hija entonces de 11 y su pequeño de tres con síndrome de down y un
65% de discapacidad reconocida.
Desiré sobrevive con una
ayuda a la dependencia de 450 euros por Jordan y lo que el padre de Yurima aporta tras la separación. No hay más. Ahora, sobrevive en un piso municipal con
una sola habitación donde duermen los tres, de la que ha sido conminada a que la abandone, después de vivir el pasado
viernes 23 un episodio violentador en el que se intentó su desahucio, según relata a Viva Málaga, y del que lamenta, la situación vivida porque considera que ha sido maltratada con
muy malas formas.
Un episodio que no entiende, porque lo único que
reclama es un techo, poder
seguir en el inmueble en el que ahora, en el barrio dónde tanto el pequeño, que es recogido por un autobús escolar para acudir a un centro de educación especial a rastras con sus serios problemas de salud, como su hija, que está acabando la ESO en el Cánovas,
tienen hecha la vida, donde quiere contar con un
alquiler social adecuado a sus necesidades que le asegure que en menos de 20 días no se vea en la calle con todo a cuestas.
Asegura que en los siete años que lleva vivienda en el que ahora es su modesto hogar
no ha dado ni un problema, pero también, que
no sabe qué hará si es desahuciada, porque no quiere montar lío, así de serena se muestra en estos momentos tan difíciles.
Más beligerante y también con altas dosis de desesperación se muestra su madre,
Lourdes García, la abuela de Jordan, vecina desde hace más de 60 años de Lagunillas, (vas por la calle con ella y no hay quien no se pare a preguntarle cómo está) que vive la
desesperación en forma de
llanto diario, de
noches sin dormir, porque
no quiere ver a su hija y al pequeño en la calle, con lo que necesita de
atención médica tras años de operaciones por problemas de corazón, de riñón, de pulmones, que con diez años aún precisa pañales, que no habla y se comunica por gestos y que no entiende que se vea en esta situación de poder quedarse en la calle.
Lourdes, bailaora, que ha ofrecido, dice, sus clases de baile altruistamente en multitud ocasiones el ayuntamiento, no entiende que sea ahora éste el que
pueda dejar a su familia en la calle.
Mientras, en Lagunillas están con ellos, como demuestra la
campaña de recogida de firmas iniciada hace tres días y cuyos resultados piensan presentar en el Ayuntamiento de Málaga en busca de algo de humanidad.