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La reivindicación social se ve desde la autovía

Mohamed Cepero vive en una furgoneta aparcada en una gasolinera de la autovía AP-7, a la altura de Arroyo de la Miel. Cada tarde, se sube al techo para saludar.

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  • Mohamed Cepero saluda a los conductores desde el techo de su furgoneta. -
  • Cepero se sube cada tarde al techo de su furgoneta para llamar la atención de los conductores a modo de reivindicación
  • Mohamed recibe invitados de diversos países que se acercan para conocer su causa

El sol lucha por salir de la misma manera que Mohamed Cepero reivindica cada día, subido al techo de su furgoneta, una vida digna para todos.

Seis años y cuatro meses dan para mucho. Ese es el tiempo que Cepero lleva viviendo en su furgoneta, aparcada en la Repsol de la autovía AP-7, a la altura del Arroyo de la Miel.

Antes tenía una vida normal: casado, con hijos y autónomo, dedicado a la construcción y “dando de comer” a muchos que trabajaban con él. La crisis lo cambió todo y lo cambió a él. Antes, dice, era un borrego, una marioneta del sistema.

El Gobierno, el sistema, en conflicto catalán, la educación, los jóvenes, los matrimonios, Mohamed habla de todo sin tapujos, con seguridad y sin dudar ni un segundo en lo que está diciendo ni las repercusiones que puedan ocasionar sus palabras. Él está con la sociedad, está para luchar por las personas que, por miedo o dejadez, no lo hacen. Cada tarde se sube al techo de su furgoneta, aparcada en la estación de servicio Repsol del Arroyo de la Miel y saluda. Los conductores le pitan mientras sonríen. Están de su lado.

Admite que lo ha pasado muy mal (y que sigue haciéndolo), pero es el precio que tiene que pagar por “escupir todo el veneno” que el sistema le ha dejado dentro. “Yo sé lo que me estoy jugando, de hecho no lo he vivido nada bien en los años que he estado aquí, lo he pasado muy mal, pero yo de esclavo nunca. Yo soy como el Che, tengo su forma de pensar. O morimos luchando, o nos esclavizan. Yo de rodillas como que no...”, cuenta.

Algunos lo llaman loco, lo amenazan de muerte, le esperan por la noche en la puerta de su “casa” para hacerle daño. Le da igual. “Ya se lo dije a un periodista una vez: si nos remontamos a la historia, todos los locos han sido los grandes que han cambiado la historia y hoy en día se habla de ellos. Yo quisiera que haya más de un loco. Ser un cuerdo borrego no me interesa. ¿De qué sirve que la gente estudie, esté preparada,  tenga una titulación, si al final están bajo la suela de los poderosos?

Con un estilo que recuerda a un cowboy americano, Mohamed vive su día a día como puede. A veces, baja al pueblo para hablar con los vecinos, otras tantas, pasa sus horas con el móvil en la cafetería de la estación de servicio. “Esto (señalando al móvil) es mi fuente de información. A mí también me gusta ver un chiste, una gracia, pero no me tiro horas tonteando. Cuando necesito saber algo, gracias a esto puedo saberlo en segundos. Eso sí, quiero que la gente sepa que hay ciertas cosas que necesitan ser filtradas”, explica.

Vida sin prisas

A Mohamed le encantaría que la gente viviese sin prisas, que disfrutasen más de la familia, de los amigos y del tiempo libre porque “no tenemos nada, lo material nos lo quitan”.

Cepero busca día a día que el pueblo se levante a luchar por sus derechos, que se muevan, igual que a él le gustaría, algún día, tener una autocaravana y viajar muy lejos.
 

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