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Ingrid

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Los Premios Príncipe de Asturias son una de las citas más relevantes del año en España, no sólo por su importancia, sino por lo que representan y por lo que dicen los premiados. Este año a las oportunas palabras del Príncipe sobre los importantes problemas del mundo y de España hay que sumar, especialmente, la fuerza y el mensaje de Ingrid Betancourt. Es cierto que la crisis financiera amenaza con derrumbar el mundo que tenemos, pero la solución no puede venir sólo de los remedios económicos, sino, sobre todo, de las respuestas éticas. Por eso fue más importante el discurso, profundamente político, moralmente provocador, de esa agitadora social que quiere ser Ingrid Betancourt, una mujer que no renuncia a levantar su voz contra la resignación, que no cejará en su grito hasta que no estén en libertad todos y cada uno de los secuestrados en Colombia y en el mundo. “Resignarse es morir un poco”, dijo en Oviedo donde pasó de desgranar su conocimiento desde “el mundo húmedo y asfixiante de la selva” de cada uno de los premiados, a agradecer desde el corazón el esfuerzo de los Reyes, el presidente del Gobierno y otras autoridades que hicieron posible que nadie olvidara que seguían secuestrados.

Pero, sobre todo, agradeció la labor permanente, anónima, de tantos vecinos del mundo que no la conocían, pero que se manifestaron, protestaron y levantaron su voz contra la sinrazón de estas conductas terroristas que privan de la libertad a tantos inocentes. Ingrid reivindicó la fuerza de la palabra, capaz de “reclamar otras relaciones, otros compromisos, otras soluciones”. “Podemos aceptar”, dijo, “acuerdos comerciales menos buenos para nosotros, pero más justos. Podemos buscar mayores inversiones solidarias y menos rendimientos especulativos. Podemos ofrecer más diálogo y menos imposiciones por la fuerza. Sobretodo podemos no resignarnos”.


Ingrid pidió ayuda para acabar con los secuestros, contra el tráfico de la droga y el de armas, contra la corrupción, que hay que combatir desde la conciencia de cada hogar. “Para traficar drogas, armas y conciencias”, dijo Ingrid, “se necesita el silencio de los vecinos. Que cada uno de nosotros cruce la acera y se pare del lado de los que hacen la diferencia, de los que no aceptan los holocaustos... Cuando hablamos, cambiamos el mundo”. La voz de Ingrid Betancourt sonó como un reto y fijó un compromiso: el 28 de noviembre todos estamos convocados a marchar en todas las ciudades del mundo para luchar contra los que secuestran, matan, corrompen, practican la intolerancia , política o cultural, deciden arbitrariamente sobre nuestra vida y nuestra libertad. Como dijo Ingrid, para luchar contra el “círculo vicioso de la indiferencia, disponemos del arma más poderosa, la palabra”. “La palabra precede a la acción, prepara el camino, abre las puertas. Hoy debemos más que nunca usar la voz para romper las cadenas”. Todos somos vecinos, todos estamos implicados, todos formamos parte de la aldea global. Todos estamos llamados a no callar. Todos estamos obligados a no callar.

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