El polémico presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, cumplió este fin de semana los primeros cien días en el cargo apoyado por los filipinos y criticado en el extranjero por su campaña contra las drogas que ha causado unos 3.700 muertos.
Los insultos y comentarios espontáneos e incorrectos de Duterte distinguen su presidencia, desde el "hijo de puta" que le soltó al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hasta cuando se comparó con Hitler y la guerra contra las drogas al Holocausto.
El mandatario cuenta con el apoyo del 76 % de los filipinos contactados por una encuesta publicada esta semana por la firma local Social Weather Centre.
Otra muestra de la misma empresa y publicado también esta semana concedió a la operación contra la droga el apoyo del 84 % de los entrevistados, aunque un 71 % consideró fundamental que los sospechosos sean juzgados.
Unos 3.700 supuestos narcotraficantes y drogadictos han muerto en la campaña de Duterte, más de la mitad a manos de grupos de vigilantes.
El profesor filipino de ciencias políticas Alicor Panao, de la University of Philippines Diliman, forma parte de quienes conceden el aprobado y solo lamentan el vocabulario del mandatario.
"Ha puesto en marcha programas gubernamentales en solo cien días. aunque no pueda evitar que su colorido lenguaje le sitúe en los titulares de los medios de comunicación internacionales", dijo Panao para la cadena de televisión GMA.
Duterte, además de la campaña contra las drogas, ha reanudado las negociaciones con la rebelión comunista, intenta reactivar el sector minero, solucionar el tráfico y de mejorar el sistema laboral, entre otras cosas.
"Si fuésemos capaces de hacer algo con esa boca", manifestó Panao.
Las últimas ocurrencias de Duterte, quien a sus 71 años no es capaz de morderse la lengua, han sido denunciar una conspiración para deponerlo con la participación de la CIA estadounidense y crear un programa televisivo para las denuncias de corrupción de los ciudadanos.
"¿Queréis echarme? ¿Queréis que participe la CIA? ¡Adelante!", dijo el jefe de Estado el viernes pasado a sus seguidores en Davao, la ciudad del sur de Filipinas de la que fue alcalde durante 22 años, periodo en el que se forjó la fama de implacable con la droga y el crimen.
Duterte, que ha llamado inútil a la ONU y amenazado con sacar al país del organismo si continuaba con las críticas, aseguró que no teme que le destituyan.
"Lo que me suceda forma parte de mi destino. Si me deponen, formará parte de mi presidencia", comentó el mandatario.
Lo que más le molesta no es tanto que se le critique como que no se comprenda la trascendencia de salvar a Filipinas de la enfermedad de las drogas por encima del valor de unas muertes, por eso envió a Obama al Infierno y a la Unión Europea al Purgatorio.
Duterte, que comenzó su mandato el 30 de junio pasado, tampoco perdona que le traten a él y a sus compatriotas con menosprecio.
"Mientras yo esté aquí (de presidente), no me trates como si fuese un felpudo porque lo lamentarás (...) me puedo ir con China. He conocido a (el primer ministro ruso, Dimity) Medvedev", advirtió Duterte el viernes pasado.
La diplomacia estadounidense ha dicho que los comentarios del presidente filipino no afectarán a las relaciones y el tratado de defensa bilaterales.
"No hay ninguna duda de que el trabajo más difícil del Gobierno de Duterte lo tiene el ministro de Asuntos Exteriores (Pefecto Yasay), incluso más que el equipo de prensa de la Presidencia", opinó Babe Romualdez en su artículo "¿Adónde nos lleva la diplomacia de Duterte? publicado este fin de semana en el diario Philstar.
El analista filipino dijo que en la diplomacia internacional se empieza a presentar su país como la próxima Venezuela asiática y se compara el discurso de Duterte contra Estados Unidos con el que esgrimió el que fuera presidente venezolano Hugo Chavez.
"Después de poco más de cien días en el cargo, el presidente ha conseguido dar relevancia a Filipinas en el interés internacional, pero a costa de mucha controversia", observó Romualdez.