A tres semanas de las elecciones generales del 8 de junio, el "brexit" ha perdido protagonismo en la campaña electoral británica en favor de asuntos locales, como el estado de la educación y la sanidad o la desaceleración de la economía.
Aunque la futura salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE) dominó el inicio de campaña, bajo la batuta de la primera ministra en funciones, Theresa May, en los últimos días el debate ha virado hacia preocupaciones más amplias, tal como han reflejado los partidos en sus manifiestos electorales.
"El 'brexit' ha desaparecido de los titulares y la conversación se centra ahora en el futuro económico y social del país", dice a Efe Greg Philo, profesor de Comunicación y Cambio Social de la Universidad de Glasgow.
Patrick Dunleavy, politólogo de la London School of Economics (LSE), señala que, a medida que se acerca la cita con las urnas, "la gente se da cuenta de que, en los próximos cinco años, no solo serán importantes las negociaciones con Bruselas, sino también el futuro del servicio nacional de salud, las pensiones o la inseguridad laboral".
Según este experto, May se ha visto obligada a variar su mensaje inicial, en el que pedía el voto principalmente para reforzar su mano en la negociación del "brexit", "por temor a que esta estrategia la acabe perjudicando".
Así, en un intento de captar el mayor número de votos, el manifiesto del Partido Conservador incluyó el jueves propuestas para regular el mercado eléctrico, transformar la atención a los ancianos o impulsar la recuperación industrial en las zonas deprimidas del norte de Inglaterra.
"En parte, fue una respuesta al programa de nacionalizaciones de los servicios públicos, redistribución de la riqueza y mejora de los derechos laborales anunciado (el martes) por el Partido Laborista de Jeremy Corbyn", afirma Dunleavy.
Dada su ambición de ganar con una amplia mayoría, la líder "tory" "necesita obtener el sufragio de los laboristas descontentos y de los partidarios del ya casi extinto UKIP (populista de derechas)", explica.
Para Tom Mills, sociólogo de la universidad de Aston, éstas serán las primeras elecciones desde los años 80 en las que los electores tendrán "una opción clara entre la derecha y la izquierda".
Bajo el liderazgo de Corbyn, el Partido Laborista ha regresado a sus raíces socialdemócratas -difuminadas bajo la dirección de Tony Blair-, un giro cuestionado por numerosos diputados y que será puesto a prueba en las urnas.
El líder izquierdista "cuenta con el apoyo de las bases y atrae a multitudes a sus mítines, pero "es sistemáticamente socavado por sus enemigos internos y por la mayoritaria prensa conservadora del país", señala este analista.
Así, en las próximas elecciones, será clave ver el porcentaje de voto que obtiene Corbyn, quien, según sus aliados, se vería validado y se mantendría como líder si mejora el 30,4 % que obtuvo en 2015 su colega Ed Miliband.
En el caso de May, que protagoniza una campaña de estilo presidencialista muy centrada en su figura -en sus eslóganes, habla de "Equipo May" y evita aludir al Partido Conservador-, una mayoría parlamentaria inferior a la que tiene actualmente (de 17 diputados) la haría vulnerable a las presiones de sus diputados rebeldes.
Aunque las encuestas dan una victoria clara a los "tories" -un 46 frente a un 32 % de promedio-, "la ventaja respecto a los laboristas se está reduciendo", lo que podría significar que el mensaje de Corbyn está calando, apunta Mills.
Los expertos coinciden en que un aspecto clave de estas elecciones será además la participación, que se prevé baja porque los votantes "están hartos de ir a las urnas", pues han tenido que hacerlo tres veces en tres años, apunta Tony Travers, profesor de Política de la LSE