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Se vende, se alquila, se traspasa

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Basta levantar la cabeza para que carteles de esa guisa den una bofetada a la vista. Ni las setas son tan abundantes en este tiempo. Detrás de cada reclamo hay un drama grande o pequeño, pero drama al fin, y esto sobrecoge. Aunque directamente no nos afecte –indirectamente, siempre–, es síntoma inequívoco de que caminamos por senderos pantanosos, sin agujas de marear y sin guías. Claro, la culpa es de Bush, ese canalla a punto de extinguirse políticamente pero arrastrando a tantos cadáveres de difícil olvido.
Usted habla con el dueño de la mercería que cerró sus puertas; con el del puesto en el Mercado que hizo lo propio porque con cien euros de caja no se puede sobrevivir; con el que tirando la toalla, ha tenido que dejar su piso y volverse con sus padres, a su habitación de soltero, suspendiendo temporalmente su matrimonio porque ella –y los niños– se han refugiado en la casa de los suyos... Pregúntele a ellos y verá cómo responden que la culpa es de Bush.


Zapatero, ese líder mundial, es inocente. Y Sarkozy. Y Ángela Merkel. Y Berlusconi. Pobres ellos que no han tenido más remedio que echarles un cable a la banca con el dinero de los contribuyentes, precisamente los que ahora están cerrando sus negocios o dejando en stand-by sus hipotecas. Ya circula por ahí una frase que resume la situación: Robin Hood al revés: robar a los pobres para dárselo a los ricos.
Pero, oiga, ni un músculo de la cara se le mueve a estos caras que cuando hablan de macroeconomía, se olvidan siempre de la economía doméstica, la que ha vuelto a resucitar a los zapateros remendones –sin alusión irónica–, a las sastras que vuelven chaquetas, a los talleres mecánicos para las chapuzas en el coche, a las croquetas caseras y a las panizas. Ya verá cuando se paralice el mercado de las pizzas y se vuelva a las tortillitas con perejil y las sopas de fideos de sobre. De momento ha aumentado la demanda en los comedores de caridad. Todavía los hay que llegan con su coche y se llevan las comidas para toda la familia, pobres vergonzantes como hace años en Auxilio Social, porque con los víveres que da Cáritas no tienen suficiente ni hay para todos.

No es pesimismo, es el cuadro sintético de la ruina que nos atenaza sin que, hasta ahora, ninguno de nuestros redentores haya hecho nada por aliviarla ni predecir dónde estará el final del túnel. Porque usted no ha tenido culpa de nada, usted viene tirando mal que bien, a duras penas desde hace tiempo, sin rechistar, preguntándose cómo es posible que estos intermediarios se vayan de vacaciones con los gastos pagados, o repartiendo nuestro dinero a los países virtualmente más ricos que éste, sumidos en la miseria por los corruptos que los gobiernan. ¿Será una premonición?
No es de extrañar que proliferen los carteles delatores de la miseria: se vende, se alquila, se traspasa.

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