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Notas de un lector

Te guardo el sol por si regresas

Maribel Andrés Llamero ha escrito una bellísima elegía, colmada de amor y de duelo

Publicado: 05/03/2025 ·
17:49
· Actualizado: 05/03/2025 · 17:49
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Tras la publicación de “La lentitud del liberto” (2018), Maribel Andrés Llamero obtuvo el premio Hiperión con “Autobús de Fermoselle” (2019). En aquel poemario, la autora salmantina articulaba un discurso que asemejaba a una íntima rememoración por cuanto muchos de sus versos remitían al descubrimiento de su propio origen.El acentuado referente de sus antepasados trascendía hasta un espacio interiordonde elsujeto lírico atendía a la pregunta de cómo vivir y vivirse. Gentes, territorios, situaciones de otro tiempo, se evocaban desde un presente que aludía a la infancia, a la ternura y a la piedad de los que ya no son y también de los que, existiendo aún, ya dejaron de ser los mismos: “Vengo de la tierra del pan y del vino,/ donde otros antes que yo/ escondieron la cebada/ que no saciaría su hambre ni su sed./ Soy nieta de emigrantes, carbón humano,/ las entrañas unidas con alambre,/ mujeres y hombres teñidos de esparto”.

Ahora, en “80.000 soldados de terracota” (Isla Elefante. Palma de Mallorca, 2024), Maribel Andrés Llamero ha escrito una bellísima elegía, colmada de amor y de duelo, y donde la figura paterna se alza de forma conmovedora y heroica: “Nos viene mordiendo los pies/ una bestia que ha reptado/ desde su angosto y húmedo nido (…) En tu estómago algo empieza a palpitar,/ aullido más fuerte que tú mismo,/ con más vida, piedra que crece,/ se alimenta de ti/ y no se puede detener”.

Consciente del irremisibleadiós, no había mejor manera de recorrer ese último y emocionado itinerario que proteger, consolar, comprender, acariciar y escoltar en cuerpo y alma la verdad de lo que más se ama. Y así, desde la devoción y el apego filiales, los versos van relatando la plenitud que comporta laluz de lo afectivo. Porque antes de la desgarradora ausencia, hay un hermoso diálogo con la vida, con los ojos hablantes que van diciendo de la despedida, pero también de la cercanía y la adoración que convocan dos corazones que laten al compás: “No quiero dejarte solo, quiero que sientas/ que no te suelto./ Son horas turbias y densas. Me angustia que ocurra y acompañarte,/ no quiero que me dejes sola y sentir/ cómo me sueltas”.

Dividido en cinco apartados, “La felicidad de los enfermos”, “Ensayo general”, “Mientras mi guitarra llora suavemente”, “Ese modo tuyo de amar” y “Décimo Junio Bruto (137 a.C.) desde el Toyota”, el volumen se anega de sentimientos, de sinceridad y vehicula su razón de ser en la memoria de lo compartido y el futuro quebrado por una soledad que se antoja temor y desconsuelo.

La voz de Maribel Andrés Llamero se arraiga en la melancolía y se sustancia en la evidencia de una sutilísima transfiguración que le permite alternar lo más vívido desde la dialéctica del ayer y del mañana: “Nos levantó tu amor, nos quebró tu amor,/ es tu amor el que ahora remienda/ también/ las heridas./ Te he visto existir y sigues tras mis ojos,/ huésped que me habita/ esta es mi manera hoy/ de ser tu hija”.

Un libro, en suma, que es promesa y susurro, música y silencio, párpado y piel, y que celebra entre sus páginas la certidumbre de un amor inmenso yperdurable: “Me pongo en pie/ con tus ganas de vivir,/ riego tus flores, cuido tu jazmín,/ te guardo el sol por si regresas”.

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