Como aclaración a lo sostenido en el artículo de la pasada semana, que ha dado lugar a interpretaciones no deseadas por un servidor, expongo lo que sigue:
Para empezar, niego la mayor. El texto que publicaba el lunes 1 de julio en este mismo espacio no tenía como fin defender o disculpar el rechazo de PP y C’s a abstenerse para posibilitar la investidura del candidato socialista a la presidencia del Gobierno, sino todo lo contrario. Como se desprende del propio hecho de que en dicho texto alabe como alabo la decisión del PSOE de optar por la abstención en la investidura de Rajoy de octubre de 2016, para evitar el bloqueo institucional e impedir la celebración de unas terceras elecciones consecutivas en menos de un año, por considerar que la política se ha de ejercer con responsabilidad, moderación y templanza.
Ahora bien, en ningún momento he afirmado que el posicionamiento en contra de la investidura de Rajoy no estuviera más que justificado, porque lo estaba. Lo que sí he afirmado, y lo mantengo, es que dicho posicionamiento podría haber sido contraproducente y generado más perjuicios que beneficios.
Como he señalado en más de una ocasión desde esta misma tribuna, soy de la opinión de que, en el desempeño de su cargo, el político ha de anteponer siempre el interés general de la sociedad a la que sirve y de la organización a la que representa –y además en este orden– a sus principios y convicciones personales. (Aun reconociendo que, a veces, concretar cuál es ese interés general resulta tanto o más difícil que desentrañar la voluntad de los dioses, porque ambos conceptos son tan casi igual de abstractos como casi igual de maleables).
En el artículo de la pasada semana también tenía como propósito resaltar una obviedad tan obvia –y permítaseme la redundancia– que todavía no entiendo por qué hay quien la discute. La realidad es la que es, independientemente de que guste o no guste y se acepte o no se acepte. Si hoy el PSOE está donde está es porque hace poco menos de tres años la gestora tomó la decisión correcta. De no haber sido así y de haberse celebrado unas terceras elecciones generales, lo más probable es que los socialistas, con Sánchez a la cabeza, hubieran cosechado una nueva derrota y la derecha hubiera estado más cerca de lograr la mayoría absoluta, tal y como vaticinaban por entonces todos los sondeos y todas las encuestas (El electorado –como ya hemos tenido y estamos teniendo la oportunidad de comprobar– tiende a primar a quienes tienen la posibilidad de formar gobierno y castigar a quienes ponen trabas para que eso no ocurra).
Por último, con la expresión “de aquellos polvos, estos lodos” –tal vez desafortunada–, solo pretendía indicar que del “No es no” de Sánchez se deriva, como consecuencia, el “No con Sánchez” de Casado, Rivera y compañía (“Donde las dan las toman”). Lo cual no quiere decir que yo esté justificando, ni muchísimo menos, la postura de estos respecto a la próxima investidura del candidato del PSOE, sino, en todo caso, explicándola. No me cabe la menor duda de que Partido Popular y Ciudadanos cometen un craso error que –en particular a los de la formación naranja– ya les está pasando factura.
