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Las inmatriculaciones de la Iglesia van acercándose al centenar con cinco ceros detrás, dónde el cero tiene valor...

Publicado: 12/10/2021 ·
23:18
· Actualizado: 12/10/2021 · 23:18
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Las inmatriculaciones de la Iglesia van acercándose al centenar con cinco ceros detrás, dónde el cero tiene valor. Pero el gobierno, respetuoso con la voluntad eclesiástica -deben tener miedo a caer en las calderas de Pedro Botero dónde hace más calor que en el julio sevillano- accede a ello por su especial forma de entender el “silencio administrativo” que más bien es dejar que otros administren lo que debe ser de su incumbencia. También, debe ser que administrar es un engorro y a la Administración española, tan engorrosa, le repele echarse más trabajo encima, que el cuidado de los templos no se puede hacer por internet por lo que contradice de plano la moda. Y el gobierno es “mú moelno”. Así que será más cómodo dejar que la administración sea privada y reservar lo público para la parte económica, que en este caso es la menos económica, porque la Iglesia percibirá el beneficio de las visitas y el de las subvenciones para la manutención y el mantenimiento de los edificios. Acuerdo tácito de sobra conocido pero no reconocido.


El Ayuntamiento de Sevilla ha tomado la nada salomónica decisión de regalar a la hermandad de los gitanos su Basílica, ahora elevada a Santuario, porque sí y porque lo decide el propio Ayuntamiento, como si en vez de ser el Administrador del Patrimonio municipal, fuera su propietario. Estas cosas, justo es reconocerlo, tan sólo pasan en España. Al menos sería más justo, menos discriminatorio, regalar locales útiles a las asociaciones culturales y patrimonialistas, obligados a pedir prestado para hacer una reunión. “casi ná” para desarrollar una actividad. Para eso sólo sería necesario declarar “de interés público y social” a las asociaciones que trabajan en pro de la ciudad, como se ha declarado a la hermandad, pero claro, las asociaciones patrimonialistas no son simpáticas a los ayuntamientos auto considerados progresistas. Es que el progreso, para ellos, es regresivo. Es que cuanto no sea rendir pleitesía “no es progreso”, es una raspa en el ojo y eso no hay quien lo aguante, menos aún un político, quienes declaran enemigo irreconciliable, no sólo a quien haga una crítica (ya es “lamentable” que no estemos en la Edad Media para poder castigarlo “como se merece”), sino a quien no se esfuerce en alabar su labor, aunque su labor sea más enredante y lenta que la de Penélope.


Muy bien declarar de interés público y social a la Hermandad de los Gitanos, en tanto en cuanto lleven a cabo una meritoria labor en beneficio de lo público y de la sociedad, pero de momento lo que se ha hecho es privatizar lo que era público, pues no se entiende que tiene de interés público privatizar lo público. Un enredo, como el de Penélope, que por cierto era menos enredoso porque la mujer sólo se dedicada a tejer y destejer para dar tiempo a volver a su buen marido, Ulises. Los demás no somos Ulises, todo lo más ilusionados ilusos. ¿Qué le vamos a hacer?

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