La crisis económica provocada por la pandemia se ceba especialmente con los autónomos que, sin contar con el respaldo de las administraciones públicas desde marzo, con dificultad para el acceso a la financiación, acogerse al cese de actividad o moratorias en el pago del alquiler o hipotecas y sin ayudas directas suficientes, afrontan ahora a una doble subida de las cuotas. Seis gaditanos ponen voz y rostro a la dificultad de mantener a flote un negocio en tiempos de coronavirus.
Oana Batanero. Parque infantil Bubble Aventuras (Chiclana): “Reabrí en la desescalada pero los ingresos no daban para los gastos”
Oana Batanero admite la derrota. “El negocio se ha ido al traste, tendré que declararme insolvente”, asegura con pesar. Las cosas, hasta que el coronavirus nos encerró en casa, iban bien. El parque infantil Bubble Aventuras daba empleo a cinco personas en Chiclana. Tres se han buscado otro trabajo; dos están acogidos a un ERTE. “Intentamos reabrir con la desescalada pero los ingresos no cubrían gastos”, relata. Justo entonces, cuando más lo necesitaba, no encontró asideros en las administraciones: “Pedir un crédito ICO era pan para hoy y hambre para mañana; necesitábamos ayudas a fondo perdido. Los políticos no tienen piedad con nosotros”, lamenta. La segunda ola ha dado el golpe de gracia. Se resiste todavía, pero sin convencimiento. “Los niños conviven horas en el colegio...”, comienza a razonar pero se interrumpe porque, aunque parezca ilógico que, sin embargo, no puedan celebrar su cumpleaños en sus instalaciones, la nueva realidad se impone y se lleva por delante argumentos, proyectos e ilusiones.
Mara Collantes Best House Inmobiliaria (Arcos): “Hemos esperado un milagro pero, sin turistas, no hay negocio”
Juan José Collantes, dueño de Tensol, una empresa de Arcos dedicada a la energía renovable, tratamiento de aguas, clafacción y climatización, emprendió en plena crisis de 2008 dos nuevos negocios. Primero, abrió una copistería. Después, una inmobiliaria. Hoy, sus hijas tratan de sortear el desastre. La facturación de Tensol ha caído casi un 40%. El atípico curso educativo y las restricciones en hostelería han mermado la actividad en Copiplus, sin demanda de material escolar ni cartas. El cierre perimetral ha reducido a la mitad la facturación de Best House: sin turistas, no hay negocio. Mara valora la relajación de las medidas de prevención por parte de Juanma Moreno aunque “el año está perdido”. “Hemos estado esperando un milagro, pero la cosa está muy difícil”, lamenta.
Óscar García Formacom (Jerez): “El banco pedía demasiados requisitos para dar financiación”
El reinicio de la actividad turística en las Islas Canarias da un respiro a Óscar García; el anuncio de que España dispondrá de vacunas en enero alimenta su esperanza. “En primavera, podríamos volver a dar cursos”, asegura el responsable de Formacom, empresa dedicada a la formación presencial de profesionales de la hostelería y la restauración, con instalaciones en El Portal, en Jerez, desde hace quince años. El año ha sido catastrófico por la pandemia. La plantilla ha quedado reducida a la mínima expresión con la crisis: de 17 empleados a cuatro. El acceso a la financiación ha sido imposible porque el banco “pedía demasiados requisitos”. Y la ayuda que ofrece ahora la Junta, con 1.000 euros, “es un engañabobos”, dado que se otorga por orden de solicitud y excluye a las sociedades limitadas. Sus clientes “están cerrados, o en ERTE, o capeando el temporal”. Pero confía en resistir. La recuperación de su sector, eso espera, comenzará en 2021.
Valentina Aparicio Valentina Mercería (Algeciras): “Nos reinventamos, pero no sé si aguantaremos otro año, necesitamos empatía de los clientes”
El Facebook de Valentina Mercería muestra ahora abrigos reversibles en varios colores, faldas plisadas, rebecas de cachemir con detalles en el cuello y ponchos ideales para esta fechas, pero el establecimiento ha sido hasta ahora y durante los últimos doce años referente en la moda flamenca en Algeciras. “Hemos tenido que reinventarnos y ofrecemos ahora ropa de señora” para sobrevivir a un año sin ferias, explica la responsable de la tienda. Si la cosa no cambia, “no sé si podremos aguantar otro”, admite. El recorte horario con el nuevo estado de alarma ha rebajado las ventas hasta en un 70%. La ampliación hasta las 20.30 horas da aire, pero teme perder ventas con el levantamiento del confinamiento perimetral en favor de los grandes centros comerciales. La venta online también les perjudica. “Necesitamos empatía”; necesitan clientes.
Javier Ávila Centro deportivo Palas (Sanlúcar): “Las nuevas medidas de la Junta no sirven de nada y, si hay una tercera ola, estamos perdidos”
Cada vez que Javier Ávila echa cuentas, le salen un montón de horas de trabajo y más deuda. No sabe ya cómo recortar gastos. “Estoy solo en sala”, explica el dueño del centro deportivo Palas en Sanlúcar. Una locura. Pero tiene problemas para pagar tasas locales y cuota de autónomos. Cuando cierra las puertas, aún tiene que limpiar y desinfectar. Con la ampliación de horario, dedicará casi dos terceras partes del día al negocio. No compensa. Calcula que podrá incrementar la clientela en unas 20 o 30 personas, lo que le reportará unos 600 euros más al mes. La mitad desaparece en luz, agua, proveedores, impuestos. “Los gimnasios tendríamos que haber tenido dos horas más en el estado de alarma para que quienes cerraran a las seis pudieran venir; somos salud”. Sin financiación, sin ayudas, se siente atrapado. “Las nuevas medidas no sirven de nada”. Y advierte: “Si hay una tercera ola, estamos perdidos”.
Andrés Rodríguez Pesconil (Conil): “Las administraciones nos fríen a impuestos, es canallesco cobrarle a quien no factura nada”
El sector primario ha encajado mejor el golpe. Andrés Rodríguez no ha dejado de vender pescado en sus establecimientos y a mercados de abastos y supermercados. Pero el dueño de Pesconil y Pesconil de El Puerto de Santa María, ha visto reducida su facturación un 30% por la caída de la demanda del canal Horeca. “Todas las pequeñas empresas dependemos de una manera u otra del sector ocio”, explica. Pero, “la hostelería está castigada”. No lo comprende. “Están castigando directamente al estado de bienestar”, asegura. En términos generales, “las administraciones nos está friendo a impuestos y es canallesco cobrarle a quien no factura nada”. Él aguanta, pero ha reducido su plantilla de 25 empleados: tiene a ocho trabajadores en ERTE y no renovó contratos, aunque, optimista, espera que para el próximo verano puedan volver.