Investigadores del Insituto Geológico y Minero de España (IGME) han coloreado el mapa del globo terráqueo según el
riesgo de hundimientos del terreno que se producen a causa de la extracción de agua de acuíferos subterráneos. El trabajo, publicado el pasado 1 de enero en la prestigiosa revista científica Science, concluye que el fenómeno, denominado subsidencia,
puede afectar al 19% de la población mundial, unos 1.200 millones de personas, y al 12% del Producto Interior Bruto (PIB) global.
Rosa Mateos, una de las científicas participantes, explica que el problema es conocido y estudiado desde hace un siglo, pero ahora, han conseguido establecer el patrón común a todas las áreas afectadas y, gracias a las imágenes satelitales, ubicarlas geográficamente. “La subsidencia se da en depresiones y cuencas fluviales o áreas de costa arcillosas, formadas con sedimentos poco consolidados y castigados por la
extracción excesiva de agua para uso agrícola, industrial o abastecimiento a grandes áreas urbanas”, afirma.
En el mundo, la situación es especialmente preocupante en ciudades como
Venecia, Ciudad de México, Tokio o Yakarta, cuyas autoridades, dadas las tasas de hundimientos de hasta 28 centímetros al año, plantean trasladar a la isla de Borneo.
En España, destaca la cuenca de Lorca, en Murcia, con el mayor índice de subsidencia de Europa,
quince centímetros por anualidad. Andalucía, por su parte, cuenta con hasta
cinco zonas en peligro. Si bien es cierto que no registran cifras tan alarmantes, matiza Mateos, “es un proceso lantente, silencioso que puede provocar cuantisoso daños en 20 o 30 años”.
Mateos indica, en primer lugar, la
Vega de Granada, donde se registraron hundimientos de
10 milímetros por año entre 2009 y 2013; y
Otura. En este caso, “el urbanismo es tremendo”, subraya la investigadora. La construcción de un
campo de golf en 2012 ha incrementado la explotación del acuífero, anotando índices de
hasta 15 milímetros al año entre 2011 y 2014.
Sevilla, por su parte, muestra hundimientos
en el entorno del río Guadalquivir, entre Gelves y Santiponce, Tomares, Camas y la Isla de la Cartuja, en la capital, por la demanda de recursos hídricos de la agricultura y el abastecimiento urbano, pero también por la existencia de las denominadas
margas azules, arcillas con alto contenido en filosilicatos que pierdan resistencia, modifican su volumen y se vuelvan inestables fácilmente por los cambios de temperatura y humedad. Este comportamiento explica el desastre medioambiental por la rotura de la presa de Aznalcóllar, asegura Mateos. En este área se han consignado hundimientos de
hasta 30 milímetros al año entre 2004 y 2010.
En cuarto lugar, Mateos señala
Montellano, también en Sevilla, aunque presenta un hundimiento menor, con unos
33 milímetros en 20 años, y, finalmente, T
orremolinos que, parejo al desarrollo urbanístico entre 1992 y 2009, sumó un desnivel de 102 milímetros.
La científica advierte de que el fenómeno irá a más dado el calentamiento global y los
reiterados periodos de sequía, que agravan el déficit entre la recarga natural de los acuíferos sobreexplotados y el volumen que se extrae.
Las consecuencias de este fenómeno son diversas. Las fisuras en los terrenos
pueden afectar a cimientos de viviendas y otras construcciones e infraestructuras como carreteras, con la consecuente alarma social. También incrementa el riesgo de inundabilidad de las tierras bajas, especialmente encuencas fluviales y en regiones costeras.
“La tierra responde a lo que le hacemos”, subraya. De manera que reclama que se preste atención a este problema y hace suyas las recomendaciones de otro de los responsables del estudio,Gerardo Herrera-García: “Será muy útil para las autoridades que gestionan el territorio, así como para las cuencas hidrográficas y otros organismos que tienen entre sus funciones aplicar
políticas preventivas. Debemos anticiparnos a los problemas que se avecinan y más en los futuros escenarios de cambio climático”.