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El jardín de Bomarzo

Heridas de muerte

Nadie es del todo independiente, empezando por los ciudadanos a quienes rige, y en su derecho están, un interés personal y es así a la hora de elegir papeleta

Publicado: 11/11/2022 ·
09:59
· Actualizado: 11/11/2022 · 10:00
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Bomarzo

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El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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(Resulta inviable habituarse a la muerte, al sesgo brusco que provoca y a la sensación de orfandad intensa debido al vacío que deja. El no entender como lo vivo muere y desaparece es contradictorio con la condición humana, que se aferra a lo vital. Las muertes que uno acumula son heridas y, aunque en su suma producen callo y evolucionan hacia una siempre tensa comprensión, nunca sanan del tono, queda la muesca en cicatrices permanentes que nos hacen sabios ante la certeza de que al final hay que aceptar, no queda más, el inexorable ciclo de la vida y la naturalidad del retorno a lo etéreo. Hay otras heridas que no sanan, y frescas a veces se abren en ciclos y se muestran rojas, sangran. Esas son las que duelen porque el tiempo no las cierra nunca del todo. La única muerte absoluta, en todo caso, es la que produce el olvido y en el recuerdo de quien se fue y dejó su herida hay una manera de seguir latiendo, aunque solo sea en la memoria de quienes quedaron. Hay muchas maneras de morir, muchas, de todas me quedo con la tuya, querida por siempre en mi recuerdo eterno).

Las dos PP en comunicación bien se podrían referir a Periodismo y Publicidad, dos polos de una peonza que para rodar se necesitan con la misma intensidad que se repelen en un mundo donde buena parte de lo segundo proviene de una parcela pública o institucional a la que no le duele el gasto como hiere en la empresa privada, mucho más recatada cuando lo presupuesta. Solo los ministerios que dependen del Gobierno suman sobre 170 millones de euros al año en lo que algunos, sarcásticamente, definen como propaganda. No es así, es la DGT, Loterías del Estado, Renfe o el Tesoro Público, distinto es discernir entre mensaje y criterio de reparto. La Junta de Andalucía, a través de agencias de publicidad, acumula en diferentes campañas a lo largo del año entre 15 y 20 millones de euros, lo hacía antes el PSOE y lo hace ahora el PP con, quizás, un criterio más ancho porque el gobierno de Moreno Bonilla ha entendido que para alcanzar el estado actual y romper la imagen fiera de una derecha amenazante era necesario moderar el discurso y generar paz social, para lo cual los medios de comunicación son imprescindibles; de este reparto tuvo que responder en sede parlamentaria este pasado jueves ante preguntas de Vox, a quien no importa meterse en este fangal sabedor que los medios, en general, les atiza sin pudor e incluso han obtenido ganancias electorales de este sesgo mediático.

Nadie es del todo independiente, empezando por los ciudadanos a quienes rige, y en su derecho están, un interés personal y es así, sobre todo, a la hora de elegir una papeleta: votamos a quienes pensamos nos va a beneficiar más muy por encima de posiciones ideológicas, a quienes pagaremos menos impuestos o nos subirá la paga o nos facilitará ayudas, de hecho el Gobierno de Sánchez prepara justo para este año un extenso paquete de ayudas meses antes de convocar elecciones.

Tampoco lo son, al menos no del todo y por similares razones, unos medios de comunicación prisioneros -muchas veces- de un reparto publicitario institucional que no siempre y por desgracia se produce en base a criterios como audiencia, personal en plantilla, presencia diaria en la actualidad informativa o penetración porque hay matices que desnivelan eso, sobre todo de corte editorial o ideológico. Es fácil, por ello, reconocer las tendencias de cada grupo, muchas veces volátil, lo que no significa que inventen o distorsionen noticias, pero sí que moldeen -oculten-, engrandezcan o minimicen asuntos que por su dimensión podrían tener un enfoque mayor -o menor-. No hay, por tanto, Ley o sistema que haga justo el binomio periodismo y publicidad y esto adquiere su dimensión exacta en procesos electorales como el actual, a poco más de seis meses de elecciones municipales y a un año de generales. Lo políticos saben del poder que tiene el dinero público y, con sutileza en comparación a hace unos años donde eran como Melchor sobre carroza arrojando juguetes y caramelos, con informes pertinentes, con procesos de contratación a agencias que intermedian, lo usan. Sin más.

Hemos visto la deplorable imagen producida en un Pleno del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María en el que dos concejales, uno de PP y otro de PSOE, Javier Bello y David de la Encina, han estado a punto de llegar a las manos ante la acusación del edil socialista del uso de dinero público que hacía el PP en una publicación digital -sin prácticamente audiencia- para atacarles políticamente y para airear asuntos económicos contra otro grupo editorial en confrontación pública y directa contra el alcalde, Germán Beardo. Y cuando se entra en esta deriva la cosa acaba mal, como por los suelos ha acabado la imagen de una ciudad que ha salido en todo el país con sus concejales a punto de meterse mano al estilo del más cutre plenario de país bananero. Y culpables son todos los que han participado, pero no solo en este pleno sino desde antes, los que venían publicando guerra, los que la siguieron usando un digital local para replicar y los que en el Pleno no supieron centrarse en los asuntos que de verdad interesan al ciudadano para ponerse a escupirse sobre publicidad y medios.

Y el ex alcalde De la Encina -PSOE- por delante de todos, que fue quien hace unos años, prisionero de un acuerdo de gobierno con el ala izquierda, dejó a una ciudad que vive del turismo sin un céntimo en los presupuestos para venderse en el exterior cuando todas las demás, que son su competencia directa, lo hacen, como por el mismo acuerdo político paralizó el parking de Pozos Dulces situado en la entrada de la localidad durante años y por lo cual, presumiblemente, se verá en breve imputado por varios delitos y, sabiéndolo, tal vez, se dejó llevar por los nervios para desatarse gritándole a Bello eso de "te reviento la cabeza". Y todo por una inversión en publicidad que, dicho sea de paso, es patética, como fue su actitud, como lo han sido las publicaciones sesgadas contra Beardo y, a la misma altura, el uso del propio ayuntamiento de un digital para disparar a oscuras. Cuando se agita la coctelera con publicidad, digitales de quita y pon, medios molestos tronando a corneta, imputaciones e inmadurez política el resultado, por norma, es un asco. Y quien lo paga es la ciudad, denostada públicamente en todos los informativos del país. Y algunos pierden mucho, pero nadie gana.

Un mundo ideal sería aquel en el que la publicidad y la política vivieran en departamentos separados y los medios fueran auditados con criterios justos, sin intereses económicos de quienes lo hacen, valorando su implantación, plantilla, penetración informativa y no el click facilón. Pero ese mundo acarrearía heridas, muchas de muerte.

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