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Ronda

La nostálgica visita al viejo estanque del Rey Moro

La nieta de un español emigrado a Francia revive un siglo después de marcharse su abuelo sus días como sirviente de la Duquesa en Ronda

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  • Maïté Povès en el Rey Moro -

Lápiz de madera y pequeño cuaderno de anotaciones. Refresco de cola. La cortesía nos hace evitar la pregunta de la edad, pero la breve conversación revela que nuestra protagonista, ya jubilada, atesora una enorme experiencia vital. Fue profesora de Filosofía. Y nos enseña nada más estrechar nuestra mano la copia de la hoja de un viejo libro en la que aparece un nombre, que resulta ser el de su abuelo paterno. El encuentro tiene lugar en la terraza de la Casa del Rey Moro reconvertida en bar.

Maïté Povès-Mélac nació en Francia, porque allí marchó su padre al poco tiempo de haberlo hecho Eduardo Poves, el abuelo en cuestión. El progenitor no era sino el hombre de confianza en Ronda de la Duquesa de Parcent, a quien la aristócrata confiaba muchos de sus asuntos. Con ella habría viajado incluso por ciudades de toda Europa. El libro que nos refiere Maïté es la obra Érase una vez. Bocetos de mi juventud, de la conocida Piedad Iturbe, la hija de la Duquesa, donde Piedita, como se le conoció cariñosamente, cita a algunos de los miembros de la servidumbre de aquella casa a principios del siglo pasado. Y Maïté ha regresado a Ronda para conocer cómo era el lugar en que trabajaba su abuelo. Un album con doce viejas fotos de la Casa del Rey Moro y su entorno es su guía por Ronda. “Es un baño de emociones”, dice casi entre sollozos, junto al estanque hoy lleno de flores en el que su abuelo y otros sirvientes de la casa combatían el calor en las postrimerías del verano de 1913. Esa es una de las fotos; tiene 100 años; la nostalgia define el momento.

Maïté salió de Francia a mediados de septiembre; viaja sola, en su coche, sin móvil, GPS ni cámara de foto. Casi tres semanas después de haberse iniciado el viaje es cuando se produce nuestro encuentro, justo unas horas antes de marchar de nuevo a su país tras pasar por decenas de pueblos de media España; en Andalucía hubo visitas con paradas en Córdoba y Ronda; en esta ciudad estuvo tres días, embaucada por el Tajo, pero especialmente por la Casa del Rey Moro, a sabiendas de una certeza: “No volveré”. Refiere su edad, y también su dichosa vida en un pueblo de apenas 40 habitantes una hora al norte de Toulouse

Fue la muerte de su abuela, en el año 1914, sólo unos meses después de haberse casado con su abuelo en 1913, lo que provocó que Eduardo Poves no sólo abandonara Ronda, sino España. Nieves, la abuela, falleció al dar a luz al padre de Maïté, que a los pocos años siguió también los pasos de Eduardo para vivir en Francia, donde a la postre nació nuestra protagonista. Este que se narra ha sido su segundo viaje a Ronda, tras uno que hizo de pequeña en los años 60, “pero mi memoria ya no es muy precisa”, refiere para contar que no recuerda aquel otro. Ahora ha vuelto con esa docena de fotos, todas tiradas por su abuelo Eduardo, en las que se ven un grupo de chiquillos a las puertas del Palacio; una procesión con la antigua imagen de Padre Jesús subiendo la cuesta de Santo Domingo; su abuelo bañándose con otros siervos de la Duquesa en el estanque de la Casa... Y se observa cómo la casa ha cambiado: “En las fotos no aparecen ni las torres ni la última planta. Había un muro blanco que tapaba la fachada”, se afana en contar.

Maïté concertó en Ronda una entrevista con el actual propietario de la Casa, el empresario Jochen Knie, que fue quien nos invitó a conocer a la francesa. Ella le dijo que lamenta el deterioro actual del inmueble: “La duquesa se enamoraba de edificios antiguos y gastaba mucho dinero para darles vida”. Ahora el tiempo y la burocracia infinita e imposible parecen barrer el sueño moderno del alemán contra “el paso del tiempo, que destruye edificios”, se despide Maïté.

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