El Rubiales gozó de la presunción de inocencia hasta el jueves pasado en que fue condenado a no acercarse a Jenny Hermoso a menos de doscientos metros ni contactar con ella en un año. A pagarle 10.800 euros en plazos diarios como los diteros y apoquinar otros 3.000 machacantes por daños morales. Total. Calderilla. ¡Coño, que Judas por 30 monedas de plata acabó colgado como los chorizos! Qué verdad es que los tiempos cambian. Al Iscariote le costó el beso su propia vida y el Rubiales este todavía anda cachondeándose de la Audiencia, de la fiscal, del tribunal, del juez y de los tontos que pensaban que iba a ir a parar a villa rejas sin mirar el GPS. Que no hombre. Que estamos en España y no en Jerusalén. Además, aquello ocurrió hace más de dos mil años y ni siquiera sabemos cuánto serían al cambio hoy día aquellas treinta monedas. ¿Qué una cosa no tiene nada que ver con la otra? Eso lo sé yo también. Pero las dos tienen algo en común. Ninguno de los besos fue consentido.
Yo, para ser sincero, declaro que formo parte de ese grupo de tontos que ya veía al Rubiales a la sombra con un pijama de rayas y una bola de hierro en el tobillo como Papillón. Y es que los prejuicios son muy malos. No se puede atribuir delito alguno a nadie hasta que un jurado lo decida. Ni siquiera, aunque te cojan por la cabeza con cien millones de telespectadores viéndolo, te lleguen a tus labios, te besen y te despidan con dos palmadas en la espalda porque al culo no lleguen. Que no. Que tú grabas a cualquiera apuñalando a otro de muerte desde tu terraza y el fulano será presunto hasta que la justicia tenga un ratito libre para ver qué ha pasado. Como dijo aquel. Mirusté, ¿qué quiere que yo haga? Pues lo que está en mis manos. O sea. Nada. Bueno, como mucho puedo apagar la tele cuando hablen del tema y así me evito sofocones.
Que sí, que sí. Que yo seré un retorcido y seguiré jugando en el equipo de los tontos, pero esta sentencia es de chirigota. Pasan por el tribunal nosecuantos testigos bajo juramento que confirman las coacciones sufridas por la víctima. Declaran por video conferencia nosecuantas confidentes. Dan testimonio público, otro viaje de informados y su señoría, muy serio él metido en su toga, dice que sí, que vale, pero que aquí lo que importa es lo del piquito porque esas no son formas de felicitar a las personas, y que en cualquier caso todo lo demás es peccata minuta y que con los dieciocho meses a veinte euros diarios ya va bien despachado el Rubiales porque el pobre no tiene donde caerse muerto.
No sé qué pasará en los recursos que parece que van a interponer agresor y agredida pero, a la espera de acontecimientos y opinando sobre lo que hay a día de hoy, la aplicación de la Ley es una moneda al aire cuya cara o cruz depende de quien la lance. En este caso la cara le ha tocado al donjuán y la cruz a la pobre doña Inés que sufre en sus carnes lo barato que sale mancillar y coaccionar en esta tierra nuestra a una mujer, cuando el mango de la sartén está en manos de magistrados como este.
Con el Código Penal bajo el brazo, el togado podría haber concedido dos años de vacaciones con pensión completa en Alcalá-Meco al honorable granaíno. Pero no solo lo dejó sin asueto, sino que también absolvió a sus tres amigos imputados, seguramente para que pudieran consolarse en compañía.
Menos mal que la FIFA inhabilitó al Rubiales tres años. Por lo menos durante ese tiempo nuestro fútbol estará a salvo de sujetos como este, que junto a Pablo Porta y José María Villar ya han pasado a la historia como modelos ejemplares en la dirección de nuestro glorioso deporte.
Perdón si en algún momento he bromeado con este lastimoso asunto, pero es verdad que a veces es mejor eso de reírse por no llorar.
Mi solidaridad con Jenny Hermoso