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Navantia y la división anunciada

Deberían calibrar los sindicatos esa situación distinta que se está dando en España en estos momentos y cambiar la forma de actuar que los han mantenido hasta ahora. Porque todo tienen su fin.

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Hay voces que vienen anunciando un divorcio entre la industria naval de la Bahía y la ciudadanía y no sólo porque las protestas de los astilleros suponen muchas incomodidades y cosas peores para gran parte de una población a la que el problema no le afecta o dice no afectarle.


Ese divorcio entre la sociedad y los trabajadores como final de unas relaciones que siempre han tenido altos y bajos y protestas por lo mismo que ahora, se antoja más aventurable por la sencilla razón de que ahora no es como en 2004 o todas esas veces en las que al final la unión ha sido el principal motor para conseguir los objetivos. Ahora la gente que protesta por las protestas es gente que ya está cansada de protestar por lo suyo, que está viendo cómo en cualquier momento puede perder su empleo y vive en la incertidumbre de levantarse cada día con una mala noticia o, lo que es peor, un mal augurio que deja correr la imaginación.


Lo lógico sería que ante la evdiencia de la vulnerabilidad de los trabajadores de todos los sectores se unieran en un frente común. Sin embargo, cuando se dan las circunstancias que se están dando en la actualidad la reacción es radicalmente distinta y el que tendría que apoyar a astilleros es consciente de que alguien lo tiene que apoyar a él y de que no encuentra a dos mil personas para hacer una manifestación que consiga que el presidente de la empresa lo llame a su despacho, aunque sea para espantarle los fantasmas.


Deberían calibrar los sindicatos esa situación distinta que se está dando en España en estos momentos y cambiar la forma de actuar que los han mantenido hasta ahora. Porque todo tienen su fin.

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